Capítulo 12: Seven Hills.

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El primer día en mi nuevo despacho fue extraño. No me sentía del todo cómoda en aquel lugar, y no porque no fuera cálido. Al entrar, te encontrabas con una mesa de madera maciza que debía de costar un ojo de la cara, con una silla negra de piel que combinaba a la perfección con la estantería empotrada que decoraba toda la pared de la derecha de la habitación. Un enorme ventanal se cernía sobre toda la pared frontal, dejándome unas vistas fantásticas a la ciudad de San Francisco que quitaban el hipo y te hacían sentir como si estuvieras en el cielo. Encima de la mesa me habían dejado un ordenador portátil y un flexo que iluminaba la estancia con una luz tenue pero acogedora.

Dejé la única caja que me llevé encima de la mesa, y no porque hubiera tenido que deshacerme de otras cosas sino porque en mi anterior cubículo no me podía permitir tener nada más que lo imprescindible y curiosamente era todo lo que había en esa caja de cartón roñosa: Un marco con una foto de mi familia y mia, una bola de cristal que me regaló Riley de su último viaje a Londres a ver a sus padres, unas plantitas muy monas que regaba cada día, unas cuantas libretas, folios... lo básico, digamos.

Cuando me senté sobre la silla no me sentía yo. Era como si aquel despacho que siempre había tenido ganas de tener fuera demasiado grande para mí. Quizás es que me había acostumbrado a estar metida en un cubículo de apenas dos metros y no me sentía cómoda sabiendo que seguía allí, ocupándolo otra persona en mi lugar, apenas unos pisos de distancia de donde me encontraba yo. Me pregunté si ya habrían escogido a otra becaria y si se habría conseguido adaptar al ritmo frenético que requería el puesto. Quise saber también si habría entablado conversación con Greta, a quien añoraba mucho, y si ella le había contando ya lo mucho que le gustaban los programas de costureras o cuánto quería a sus gatos.

Después de instalarme, decidí que me apetecía ir a ver a Greta. Aquella mujer canosa y bajita siempre me había tratado muy bien, y por mucho que me hubieran ascendido yo siempre iba a ser la maruja cotilla que era con ella, y iba a tenerle un cariño especial de por vida, y no solo por haberme regalado pastas en Navidad o haberme ofrecido su casa para ver su programa favorito juntas mientras nos comíamos una pizza, sino porque me había aguantando los berrinches innumerables veces cuando discutía con William, y porque, al fin y al cabo, se había convertido en algo así con una amiga con la que poder conversar cuando estábamos trabajando. Y eso era de agradecer.

Cuando me vio soltó un alarido de sorpresa, llevándose las manos a la boca. Sentí las miradas de todos los becarios postradas sobre mi, y lo primero que hice, instintivamente, fue mirar hacia mi anterior lugar de trabajo, y efectivamente, ya había sido ocupado por otra chica. No parecía tener más de veinte años y estaba algo nerviosa trasteando el ordenador, que era más viejo que la tos y daba muchos problemas siempre. Me pregunté si no tendrían suficiente presupuesto en aquella empresa para invertir en tecnología, porque la que había dejaba mucho que desear.

— ¡Pero hija, que guapa estás! — Se levantó de su silla y me miró de arriba a abajo, cogiéndome por los hombros y observando mi cuerpo y mi cara con una sonrisa muy maternal. Yo sonreí con vergüenza cuando sentí como todos me miraban. Algunos estaban contentos de verme, otros me miraban con recelo, como Grace, la chica que solía fantasear con William. Supongo que no era plato de buen gusto ver como alguien que antes era tú igual en el trabajo ahora había sido ascendida a pesar de que ella llevaba muchos más años que yo trabajando para Howland Company. En el fondo, y siento ser tan malvada, no me sentía ni un poquito mal por ella. Siempre había sido muy condescendiente conmigo.

— Estoy igual, Greta. — Ella negó con la cabeza, y después me abrazó. Yo le correspondí.

— ¡Tú estas más delgada!

— Que no, Greta, de verdad. — Intenté que no se preocupara, pero ella no dejaba de pasarme las manos por los brazos y el pecho para ver si había bajado algunos kilos.

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