p r ó l o g o

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El crujir de las hojas bajo sus pies resonaba con fuerza en el bosque, una pequeña castaña intentaba escapar a toda prisa

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El crujir de las hojas bajo sus pies resonaba con fuerza en el bosque, una pequeña castaña intentaba escapar a toda prisa. Su respiración era cada vez más agitada y el miedo hacía que su corazón latiera con fuerza. Sabía que alguien la estaba persiguiendo y que necesitaba encontrar un lugar seguro donde esconderse.

Después de unos segundos, localizó una casa abandonada a la distancia; con una mezcla de alivio y temor, corrió hacia ella. La necesidad de sobrevivir la impulsaba a seguir adelante, sin importar lo que encontrara en su camino.

La puerta de la casa estaba abierta, y sin pensarlo dos veces, la joven castaña entró de un golpe. Corrió por el pasillo, buscando desesperadamente un escondite, no había tiempo para pensar en nada más, solo en sobrevivir y escapar del peligro que la acechaba.

—¿Dónde estás pequeña?

La voz que se escuchaba a lo lejos hizo temblar el cuerpo de la joven. Con ansias de huir y protegerse, sus ojos buscaron desesperadamente alguna esperanza. Fue entonces cuando visualizó unas escaleras que llevaban al segundo piso de la casa, pero sabía que no podía darse prisa: cualquier paso en falso podría revelar su presencia y poner en peligro su vida. La madera parecía estar en su contra, ya que podía crujir con un solo movimiento que haga. La muchacha respiró hondo y se armó de valor para continuar su escape.

El sudor se apoderó de su frente al pisar cada escalón, trataba de controlar su respiración y no mirar atrás, a los segundos se formó una sonrisa en sus labios porque subió lo necesario, sin embargo el detalle que olvidó era que su ropa estaba con lodo dejando huellas en los escalones.

—¿Acaso te escondiste aquí? —soltó esa voz desde la entrada de la casa.

Ignorando sus pensamientos, la castaña giró de un susto, sin percatarse de que un jarrón antiguo estaba sobre una mesa pequeña detrás suyo. En el desesperado intento de no ser descubierta, tropezó con la pata de la mesa, haciendo que el jarrón se derrumbara y se hiciera añicos en el piso.

En ese momento, un trozo de cristal se incrustó en su brazo, causándole un corte que sangraba profusamente. Temerosa de que su grito delatara su presencia, se tapó la boca con las dos manos, mientras su rostro expresaba el dolor que causaba la herida.

A pesar del dolor, sabía que tenía que apresurar el paso y encontrar un lugar seguro donde refugiarse. Separándose de la mesa, caminó sin hacer ruido hacia una habitación cercana, cerrando la puerta tras de sí.

Atrapada en la habitación, esperó pacientemente, tratando de controlar su miedo, no podía escuchar las pisadas que había detectado antes, y eso le llenó de esperanza. Sabía que no tenía mucho tiempo de que el misterioso hombre la descubriera, por lo que guardo silencio.

Ese hombre de cabello peliblanco encontró las escaleras con pisadas recién hechas por el lodo, sabía que estaba cerca de su víctima, eso provocó una sonrisa en él, el juego se estaba poniendo más divertido.

Algo que también le llamo la atención, era que había gotas de sangre secas en la madera, Jack al ver la mancha de sangre cerró los ojos por un momento para imaginarse la escena desde su punto de vista.

«El asesino usó un cuchillo hacia su víctima clavándole por el cuello, para luego sacarlo ferozmente dando un salpicón de sangre en la pared; la víctima cayó al suelo de golpe muriendo en el acto.

El ojiazul abrió los ojos, su sonrisa aún no se había desvanecido, le gustaba imaginarse escenas así por la cabeza, sólo él sabía el porqué.

—Ya te voy a atrapar pequeña —susurró, acomodando su cabellera blanca hacia atrás de la frente.

Por otro lado, la castaña se puso debajo de una cama con mucho polvo o telarañas, pudo apreciar algunos vestidos y resultó que era la habitación de una mujer, entendía que esconderse ahí no era suficiente.

—¿En dónde estás? —escuchó por tercera vez la voz del peliblanco, ella empezó a sacudir sus manos por los nervios, suplicando por dentro a no perder.

La pequeña salió de su escondite para buscar otra alternativa; un armario antiguo, a los pocos segundos pudo entrar sin causar ningún sonido, pero soltó un pequeño chillido al ver un brazo de un hombre junto a ella, su respiración aumentaba más, sin embargo tenía que ser valiente para terminar con el juego. Al escuchar la puerta abrirse tapó otra vez su boca para no emitir ningún sonido.

—Ya te encontré pequeña. —la madera empezó a sonar con cada paso que daba el peliblanco— Sabías que era una mala idea meterte aquí.

Los ojos de la castaña reflejaban el temor al saber que estaba al costado de una persona sin vida y por querer alejarse del cuerpo ocasiono un ruido, provocando la atención de Jack.

La puerta del armario se abrió de golpe y la pequeña por fin pudo ver el rostro del muchacho para aliviarse de ser encontrada.

—¡Te atrapé Emma! —gritó Jack.

—No lo hagas, no d-detente. —soltó Emma, para luego recibir cosquillas de su hermano mayor.

—Eres una tramposa pequeña, perdiste una vida, ahora te quedan dos, sabes que no debiste entrar aquí, las reglas eran en el bosque.

No obstante, el hermano mayor se dio cuenta que la pequeña no le estaba prestando atención ya que tenía la mirada aún en el armario, él abrió por completo la puerta y ahí encontró a la persona muerta.

Entonces fue ahí donde Jack se da cuenta que la víctima era un hombre y el asesino en realidad era una mujer.

—Creo que perdió la vida hermanito. —susurró Emma— Perdón por entrar en esta casa.

El peliblanco sin darle importancia al cuerpo, agarró una tela sedosa que se encontraba al lado para darle a Emma.

—Trata de amarrarlo en tu brazo para tapar la herida, pero no tan fuerte, cuando lleguemos a casa te curaré ¿Esta bien? —la castaña sólo asintió con la cabeza— Ahora ve abajo en la entrada, yo iré en un momento.

—Sipi.

Emma salió de la habitación, desapareciendo de la vista del joven. Jack cerró la puerta del armario, giró y busco por toda la habitación algo que apreciaba mucho.

—Una pequeña ciudad con un gran bosque, que lastima.

Minutos después Emma vió a su hermano salir, ella corrió hacia él para abrazarlo.

—Tranquila, no tarde mucho.

—Es que t-tengo miedo de esa casa —tartamudeó Emma.

—No hay por qué temer, no mientras estés conmigo, ahora vamos a casa.

Ambos empezaron a caminar, Emma se sentía segura con su hermano mayor al lado, sin saber el peligro que corría. Jack se había convertido en su protector y confidente, pero en realidad, él era una amenaza para su seguridad.

El peliblanco había encontrado un cuchillo en aquella casa, el cual se convertirá en su herramienta favorita para cometer sus atrocidades.

Se había convertido en un verdugo sin remordimientos, mientras Emma lo veía como un superhéroe. Sin embargo, ella pronto descubriría la verdad, y la inocencia y la felicidad que una vez conoció se desvanecerían para siempre.

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