Capítulo 7

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Narra Selene


-Se le dice: La magia de los bebés ¿Sabes?- reí de la cara que había puesto Benny cuando se encaminaba al salón con Mabel en brazos- y pasa con todos los bebés.

-Es preciosa...-murmuró.

El hombre estaba embobado con la bebé mientras paseaba por el salón.

-Oye hermano ¿Me la pasas?- habló Enrique- Quiero cargarla.

Mi mejor amigo asintió y le pasó con cuidado a la bebé, ella se quejó un poquito en el proceso, pero finalmente Enrique- alias: el amor de mi vida- la tuvo en sus brazos, sosteniéndola sobre su pecho.

-Es tan chiquitita- habló embobado.

-Tú eres un gigantón que es diferente, hermano.

Sonreí.

-Añádele el que es sietemesina.

-¡Ah! Como tú- dijo Benny- la vida es tan curiosa.

-Sí que lo es, como si fuera una Onassis- solté aire y miré a Enrique- lo único diferente es que a ella la tuvieron que sacar, no insistió el salir antes.

Se veía tan jodidamente lindo y sexy con 'mi hija' en brazos, debía admitir que sería genial ser una familia, pero no tenía nada a mi favor en esos momentos, en una semana entraba a la universidad, en tres días llegaba la enfermera para establecer horarios y rutinas, y no sabía en que momento entra a tallar mi propia vida en todo ese embrollo.

El plan era volver de Trujillo sin ninguna hija, y ni bien llegar lanzarme a lo brazos de Enrique, decirle que lo amo y que le daría todos los hijos que el quisiera y a la hora que quisiera, papacito. Pero el plan se había escapado de mis manos.

-¡Tienes que ver lo que le compramos a la bebé, Sele! Te va a encantar- habló Benny sacándome de mis pensamientos y guiándome para que me siente en el sofá junto a él- aunque siendo sinceros, fue unisex porque ya sabes, no sabíamos si tenía pene o no.

-¡Bernardo!- lo regañó su hermano.

Yo reí.

-¿Qué? Eso fue lo que pasó- dijo de manera tan natural- por cierto, esos pechones te quedan de lujo hermana.

Instintivamente tapé mi pecho con ambas manos, cosa que hizo reír al que lo mencionó.

-Yo no sabía que el efecto de esos medicamentos era tan rápido...- mencioné algo apenada.

-Oh, no lo es- sonrió- sólo que ustedes, los Onassis, tienen esa vaina en el organismo que hace que todo suceda rápido, con absolutamente todo, lo único que debo admitir es que no envejecen con la misma rapidez.

-Tienes algo de razón...- apoyé.

-¡Tengo toda la razón! ¿No recuerdas cuando tu hermano cagaba los pañales el doble de rápido que el hijo de la señora Verónica? ¿Cómo se llamaba? ¿Kennet?

-¡Benny no hables así!- intervino Enrique- ella puede escuchar...- susurró mirando a la niña.

-¡Es un bebé! Ni siquiera sabe hablar.

-Pero te puede oír...

-¡Ya basta! Hay que abrir los regalos- dije yo.

-Sí- respondió Bernardo- pero antes que eso...- rascó su nuca con nervios- Sele...

Lo miré atenta.

-¿No te incomoda? Ya sabes...- señaló mi pecho- están bastante hinchados y... debe doler.

Eres tú, mi serDonde viven las historias. Descúbrelo ahora