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El viento sopla de manera suave y cálida, tan serena y tranquila; las nubes se mueven lentas y calmosas, desde las alturas y más allá de las nubes se encuentra un ser meramente perfecto, con sus cabellos dorados como lino fino moviéndose al compás del débil viento. Se muestra con sus pies descalzos, su vestimenta relucientemente blanca y sus ojos tan azules como el zafiro, el océano o como el mismo cielo; su piel lívida e inmaculada transmite una sensación de paz y conformidad. Su encanto magno y atractivo rostro connatural le hace verse como un ente grandioso mucho más apolíneo que cualquier otro ser. En su espalda, unas hermosas alas albas se extienden grandemente y le dan un aspecto de un ser inigualable, tan perfecto como celestial, tan brillante como inalcanzable.
Le encanta pasearse sobre y entre las blancas nubes cuando tiene la oportunidad de hacerlo. Ya que las nubes son tan suaves como el algodón su cuerpo se siente parte de ellas aceptando esa idónea afabilidad.
El cielo, su hogar, un lugar donde la paz predomina en gran manera, la armonía entre los seres que lo habitan es enorme, ingente. Nunca hay discordia entre ellos y el amor siempre prevalece en cualquier situación.
Todos los ángeles fueron invocados a un gran salón que flota sobre las nubes, tan brillante como el oro puro; es considerado un lugar de reunión en el cual se discuten temas sobre los humanos y los problemas que estos padecen.
Todos los ángeles son guardianes de los humanos, a cada ángel se le asigna una persona la cual tiene que proteger y guiar por el camino del bien, desde su natalidad hasta su mortalidad. Es el deber del ángel salvar el alma de la persona asignada, pero hay un grave problema y es que a los ángeles no les es nada fácil cumplir con esa tarea, puesto que tienen que luchar contra ángeles caídos los cuales buscan las almas de las personas equivalente a ellos.
Los ángeles caídos desde hace mucho tiempo atrás eran ángeles guardianes pero se rebelaron contra el ser Supremo y fueron desterrados. Se les prohibió la entrada al cielo, y nunca más podrán volver ya que el ser Supremo ha dictado sentencia en contra de ellos y ese es su gran castigo.
Al inicio, los ángeles caídos eran seres celestiales que se dedicaban a proteger a la humanidad, el Todopoderoso creó a esos seres grandiosos y divinos dotándolos de un vasto entendimiento y de una buena libertad pero, con el pasar del tiempo estos seres comenzaron a revelarse contra su creador poniendo en tela de juicio su grandísimo poder. Empezaron a realizar cuantiosos pecados con perversidad, astucia y protervia. El todo poderoso se vio en la obligación de exiliar a todos aquellos ángeles insurgentes que habían actuado en su contra.
Todos esos ángeles, ahora pertenecientes a las tinieblas, cayeron de rodillas cegados ante la lujuria y el exquisito placer que tras esa palabra se oculta. Cada vez que obtenían lo que querían la vanidad los invadía y exigían mucho más abusando de aquella libertad que el Todopoderoso les había entregado.
