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El entrenamiento triplicado de Aida Riko siempre ha conseguido que los jugadores del Seirin se concentren tanto y queden tan exhaustos como para no darse cuenta de lo que pasa fuera de la cancha, aunque esté cayendo el chaparrón del siglo, como sucede ahora mismo. Sólo cuando los sobrehumanos ejercicios de la joven entrenadora acaban y el equipo se dispone a marcharse, se percatan de la tormenta que hay fuera.

—Pero si cuando hemos empezado no había ni una nube... —dice Koganei con voz cansada y los hombros caídos, mirando con resignación la fuerte lluvia y el suelo embarrado.
—No os preocupéis, chicos. En el gimnasio siempre hay algunos paraguas por si acaso. —les sonríe animadamente Riko, que no ha tenido que hacer el matador entrenamiento. Entra en el almacén del gimnasio y desde dentro añade con voz tenebrosamente aguda:— Espero que nadie enferme, ¿entendido?
—Más vale hacerle caso. —susurra Hyuuga a sus compañeros, que se estremecen de terror al igual que él.
—Venga, tened. —La chica sale del almacén con su imperturbable sonrisa con unos cuantos paraguas en mano.

Ordenadamente, el equipo de chicos va acercándose a Riko y cogiendo un paraguas por cabeza hasta que hay un par de ellos que se quedan con las manos vacías, mirando fijamente a la entrenadora en busca de soluciones.

—Anda, pues no hay para todos. En fin, supongo que podéis compartir lo que tenéis entre vosotros, ¿no? —Riko, con su propio paraguas y ya abrigada para salir, abre la sombrilla y agita la mano.— Bueno, chicos, tengo prisa. ¡Hasta mañana~!
—¡Pero...! —Hyuuga se queda con una mano alzada, el rostro desencajado y la frase a medias cuando la chica sale prácticamente corriendo bajo la lluvia. Luego suspira y agacha los hombros.— ...podría haber ido con ella.
—Puedes venir conmigo, Hyuuga. —le ofrece un sonriente Teppei, que abre el paraguas aún dentro del gimnasio.
—¡Ni de coña! ¡Y cierra eso que da mala suerte!

Por otra parte, la persona que también se ha quedado sin paraguas aparte de Hyuuga es alguien que guarda silencio, en posición estática a pesar de estar tan cansado como los demás y sólo observa la situación con aparente indiferencia. Sus ojos celestes están ya clavados en la persona con la que piensa compartir paraguas.

—Kagami...
—Sí, sí. —El pelirrojo, ya en la puerta del gimnasio, rueda los ojos y abre la sombrilla. Le ofrece un lugar bajo ella a Kuroko; ya imaginaba que el menudo chico le pediría directamente ir con él y quiere evitar el intercambio de palabras innecesario.— Date prisa.

Ajenos a la discusión que Hyuuga y Teppei mantienen aún sobre compartir o no paraguas, la pareja estrella del Seirin se despide de los demás compañeros y salen a la calle, bajo el oscuro y lluvioso cielo pero bien cubiertos por su sombrilla.
Durante un buen rato caminan en absoluto silencio. Kuroko está distraído con las ondas que hacen las gotas al caer en los charcos que van encontrándose por la acera y Kagami está distraído con Kuroko.
Intenta que no se le note, por supuesto, pero no deja de pensar en las connotaciones de la escena, pues lleva el tiempo suficiente en Japón como para saber que cuando dos personas van bajo el mismo paraguas es considerado como un acercamiento íntimo, casi una cita o cosa de enamorados.
Traga saliva, mira hacia otro lado e intenta que el agarre en el mango del paraguas siga firme. No es que se sienta así de repente por el contexto de la situación. Hace ya un tiempo que la presencia -o no presencia- de Kuroko Tetsuya le... ¿molesta? ¿Le irrita? Ni siquiera sabría cómo describirlo, porque mucha otra gente le irrita o le molesta y no es en absoluto lo mismo, porque sigue aceptando la compañía del que es su sombra en la cancha de buena gana a pesar de saber las consecuencias emocionales que tiene para él.
En resumen, se siente extraño con Kuroko. Cada vez cree notar más su presencia, no como antes, que le asustaba constantemente. Puede que sea porque los lazos se están reforzando a pesar de lo turbado que está respecto al peliazul en su interior; cada vez están más compenetrados. Vaya palabra, por cierto.
Compenetrados...
Sí, en sintonía, como si fuesen uno; totalmente compatibles dentro de la cancha, sincronizados y, sobre todo, compenetrados.

RUDE BOYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora