3.

1.4K 155 29
                                    


Lleva un buen rato a oscuras, medicina tomada y ropa puesta... a medias, porque ningún pantalón de chándal de Kagami le queda bien, todos son enormes. Así que ahí está, solo en una cama enorme, envuelto en mantas y ropa que huelen al chico que le gusta y con un insomnio tremendo patrocinado por la maldita tormenta de fuera. Cada trueno que cae parece más sonoro que el anterior y el rayo más resplandeciente, iluminando toda la habitación.
Entre relámpago y relámpago se permite darle vueltas a todo lo que ha pasado desde que han salido de entrenar. Lo más importante es que ha besado a Kagami... y que él también parece querer hacerlo pero al mínimo contratiempo, corta de golpe la situación.
Tenía una ligera idea de que eso podría llegar a ocurrir, pero no quería forzar la situación, simplemente quería que... ocurriese. Creía que llegaría un punto en el que, si tenía que pasar y teniendo en cuenta lo fogoso que es Taiga, pasaría. Ahora ya no está tan seguro de que pueda ocurrir de manera natural, pero sí está seguro de que Kagami quiere. Por lo menos quiere besarle. Cree.
Bufa y se incorpora en la cama, quedándose con la mirada fija en el oscuro vacío. Si no resuelve esto no va a poder dormir.
Tiene la opción de no hacer nada, dejar que aquello pase y seguir esperando a que su luz se lance si es que quiere hacerlo pero... ¿y si con el tiempo pierde la atención conseguida hasta ahora? Sería doloroso y tropezar dos veces con la misma piedra prácticamente. Y no dormir esa noche, claro.
Por otra parte, está en una situación de ahora o nunca: Kagami ya sabe lo que hay, aunque quiera ignorarlo. Si quiere alejarse de él por lo sucedido hoy, lo hará. ¿Qué importa si mueve los hilos para intentar llegar más lejos? Tal vez lo único que frena a Taiga es que, en el fondo, es un chico inocente y, supone, virgen. Tal vez no sepa manejar la situación y por eso la evita, en cambio él... Él sí sabe manejar la situación y, en parte, teme que su luz descubra eso de él. ¿Y si no le gusta? ¿Y si le asquea?
Sacude la cabeza con fuerza para quitarse esos pensamientos a la vez que aparta las mantas violentamente para dejar caer las piernas desnudas por el borde de la cama. Sea como sea, no es una persona cobarde y él sí tiene claro lo que quiere.
Tiene que saber lo que Kagami quiere, así que se decide y se levanta del colchón con ímpetu.

.

No le es difícil ser sigiloso y ocultar su presencia. Sus pies no hacen ningún ruido al arrastrarse por la moqueta ni la puerta del cuarto cruje cuando la abre y asoma la cabeza al salón. Ve los brazos de Kagami cruzados detrás de la cabeza, tumbado cuan largo es en el sofá cama, que por muy ancho que sea, no cumple de la misma manera con la longitud, por lo que los pies del jugador de baloncesto sobresalen por el otro extremo. Es demasiado grande para dormir ahí.
Tetsuya se acerca sin prisa, aunque ya no tan convencido de lo que se dispone a hacer. Antes de alcanzar el sofá, el cielo vuelve a crujir y Kagami, que sigue despierto también, cierra los ojos durante un instante, harto de comerse la cabeza y de la dichosa tormenta que sólo agrava la situación. Cuando vuelve a abrir los ojos hay una silueta justo delante del sofá que parece un fantasma.

—¿¡Qué COÑ-!? —Sobresaltado, se yergue en el sofá agarrando la manta que le cubre hasta que se da cuenta de que sólo es Kuroko.— ¡Idiota! ¿Qué cojones...? ¿Te pasa algo? ¿Te encuentras mal? —pregunta a trompicones, observando con los ojos muy abiertos a su compañero de equipo.
—No me encuentro mal. —murmura en esa camiseta que no es suya y le queda absurdamente grande.— Pero no me gustan las tormentas.
—Venga ya, ¿tienes miedo? —Los ojos le resbalan sin querer hasta las piernas desnudas de Kuroko y siente una tensión involuntaria en los músculos del vientre que le hace encogerse un poco más, apoyando los brazos en las rodillas flexionadas. Mierda.
—No me dan miedo, he dicho que no me gustan. —El más pequeño sigue ahí de pie y, tanto el tono de su voz como su titubeo, hacen que el otro siga callado y expectante, sabiendo que no ha acabado de hablar.— ¿Puedo dormir contigo?
—¿Cómo? ¿A-Aquí? ¿Los dos? —Kagami se encoge más pero el otro ya está sentándose en el borde del sofá cama, tirando un poco de la manta con esa expresión imperturbable suya.— Kuroko, qué...
—Por favor. —le corta el menor. Se queda a medio tapar, observándole directamente y con la mayor suavidad que puede transmitir con su limpia mirada.
—Bueno... vale. Vale. —Desconcertado por esa extraña expresión y lo que le ha hecho sentir, cede y el peliazul se coloca a su lado, tapándose hasta arriba y dándole la espalda.

RUDE BOYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora