Epílogo

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Normalmente las duchas de Kagami Taiga suelen ser un visto y no visto.
Teniendo en cuenta lo acostumbrado que está al ajetreo de los vestuarios masculinos y las prisas con las que van siempre al acabar los partidos, ya hasta en su casa se cronometra el tiempo que pasa bajo el agua y en menos de diez minutos ya está listo y con la toalla atada a la cintura, sacudiéndose para quitarse el exceso de humedad en el cabello... pero ésta vez es diferente.
Después de todo lo que ha pasado, en cuanto ha cerrado la cortina de la ducha tras él y ha abierto el agua, su mente ha desconectado. No piensa en nada, tiene la mente completamente en blanco y sólo es capaz de sentir, sentir cómo el agradable agua fría se lleva su sudor y el de Kuroko, la tensión, el calor y todo lo demás y se va por el desagüe. Es terapéutico.
Estira el cuello y cierra los ojos para que el agua le empape bien la cara también; su cuerpo está tan relajado que sería capaz de quedarse allí dormido, de pie, pero su mente está tan activa que se siente totalmente despierto y activo. No debería estar así después de haberse acostado con alguien y haber gastado tal cantidad de energía... Tendría que estar más calmado, y más teniendo en cuenta que tendrá que enfrentarse a Kuroko cuando salga de la ducha.

—¿Por qué te duchas con agua fría?
—Porque me arde la piel.
—¿Aún?

Kagami abre los ojos de repente, gira la cabeza bruscamente y se encuentra con Kuroko dentro de la ducha, mirándole con esos ojos azules tan indiferentes a los que ya debería estar familiarizado... pero no. Le recorre tal estremecimiento por la espalda que casi salta por encima del palo de la cortina de la ducha del susto que se lleva, pero en vez de eso sólo se pega a la pared de azulejos señalando al supone que recién llegado chico, que se ha colado ahí y no sabe ni cómo ni cuándo... ni por qué, en realidad.

—¿¡PERO QUÉ COÑO HACES AQUÍ!? —le grita a pleno pulmón mientras le señala, costándole muchísimo no trabarse al hablar.
—Yo también me quería duchar y no salías. —Kuroko estira las manos y comprueba la temperatura del agua, haciendo una mueca de disgusto justo después: demasiado fría para él.
—...¿y no te podías esperar un poco? —pregunta tras un largo silencio, recomponiéndose como puede y cubriéndose como quien no quiere la cosa la entrepierna, gesto que Tetsuya no pasa por alto.
—Llevas media hora aquí. —Se cruza de brazos, como si se abrazase a si mismo. Está empezando a enfriarse.— ¿Por qué te tapas...?
—No estoy... —No continúa hablando porque es obvio que su brazo está cubriendo sus vergüenzas, lo cual es una estupidez porque, en fin, se lo acaban de ver todo el uno al otro. Pero Kagami es demasiado orgulloso como para confesarle a Kuroko que ha tenido un ataque de vergüenza súbito al verle ahí desnudo de repente y tan cerca... pero por suerte se da cuenta de la postura que el más pequeño tiene en ese momento.— ¿Y tú?
—¿Yo? —Kuroko se mira cuando Kagami le señala y ve que se refiere a sus brazos cruzados.— No me estoy tapando. Tengo frío.

Ah, claro.
De repente, Kagami recuerda por qué Kuroko está en su casa en realidad. Los estornudos, la fiebre... está enfermo. O lo estaba, como sea, la cosa es que si se enfría corre el riesgo de empeorar, con las graves consecuencias que puede tener eso para el equipo y para su integridad física en general teniendo en cuenta cómo se podía poner Riko si se entera del resfriado.
La parte responsable de Taiga reaparece y, sin mediar palabra, su lenguaje corporal cambia por completo y se relaja notablemente, echa mano al grifo de la ducha y lo gira para que el agua salga caliente. Kuroko, viendo con curiosidad aquel cambio, extiende las manos para comprobar que la temperatura ha cambiado y, cuando siente que es agradable, se mete bajo el chorro de agua para poder quitarse él también el sudor y relajar sus músculos con esa sanadora ducha.

—¿Mejor? —le pregunta Kagami. No puede evitar suavizar la voz al ver cómo su sombra luce tan relajado bajo el agua. Para su sorpresa, Tetsuya se acerca a él sin decir nada, acabando con la poca distancia que hay entre ellos y le abraza, apoyando la mejilla contra su pecho.
—Ahora sí. —farfulla, asintiendo con la cabeza.

RUDE BOYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora