4.

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La boca de Tetsuya se abre a la vez que Kagami se incorpora con uno de sus fuertes brazos lo suficiente como para darle un agarrón en el hombro y hacerle quedar boca arriba con facilidad. El jugador fantasma boquea, buscando algo que decir, pero entre lo inesperado de la situación y los rápidos movimientos del tigre se queda sin aliento.
Sin ningún tipo de reparo ni delicadeza, el 10 del Seirin mueve los pies bruscamente para abrirle las piernas a su compañero de equipo y encajarse entre ellas, echando todo su peso encima de él después. El ojiazul lleva las manos instintivamente a los hombros del otro, presionándole para intentar quitarse el sofocante peso de encima, pero Taiga vuelve a ser más rápido, más animal, y con facilidad le agarra ambas muñecas con una sola mano, poniéndoselas por encima de la cabeza y apretándolas contra el sofá.
Hay un breve segundo en el que sus ojos se encuentran y Tetsuya, que tiene reflejada la sorpresa en el rostro, siente una punzada de terror al ver la ardiente mirada rojiza de Kagami; siente que no tiene escapatoria, que es una presa. Justo después, el conocido sentimiento de la innegable excitación le llena por completo, así que recibe de buena gana el feroz beso del jugador estrella, que prácticamente se lanza contra su boca.
No es un beso experimental, mucho menos de primerizo, tampoco parece uno que se dan dos personas que se besan así por primera vez. Taiga toma las riendas desde el principio y, de nuevo sorprendiendo a un Kuroko que dudaba de la experiencia del pelirrojo en ese terreno, le obliga a abrir los finos labios con la lengua, colándose así en su boca. Totalmente a su merced, el más pequeño es devorado sin compasión ni cuidado por esa bestia que hasta hace un momento era un joven de instituto que temblaba de excitación contra su espalda.
Mientras tanto, un irrefrenable Kagami besa con un ansia reprimida al chico bajo él, hace que sus cuerpos se aprieten todo lo posible el uno contra el otro y se roza entre las piernas abiertas del más pequeño con tanta fuerza que parece que le esté embistiendo; está tan metido en la situación y tan excitado por la misma que no se da cuenta de que está dejando sin aire a Tetsuya, que cada vez le aprieta más y más las muñecas con su gran mano.
Llegando ya a su límite, el jugador fantasma patalea como si fuese un niño pequeño contra el sofá y agita la cabeza hasta que consigue romper el brutal beso. Coge una gran bocanada de aire y Taiga, como si nada hubiese pasado, se lanza ahora contra el cuello blanco y totalmente apetecible de Kuroko; el fuerte bocado que le propina hace que suelte un grito inusualmente fuerte para una persona tan serena como él.

—¡K-Kagami! —le llama en cuanto recupera mínimamente el aliento. El número 10, tanto por la exclamación como por escuchar su nombre de esa manera, levanta la cabeza y observa al otro con el ceño fruncido, esperando algo.— Duele.
—¿Duele? —pregunta tras un vacile, con voz grave. Lentamente se despega del cuerpo ajeno hasta incorporarse sobre las rodillas, mirándole desde arriba. Eso también hace que suelte por fin las muñecas pálidas de Tetsuya y pueda observar lo que hay bajo él con claridad. La visión del cuerpo semi desnudo del chico hace que sus pupilas se dilaten aún más y su aura amenazante no baje de intensidad.— ¿El qué duele?
—Los mordiscos. Las muñecas. —jadea como puede el ojiazul, frotándose la parte del cuerpo mencionada. No quiere parecer asustado, pero sin duda le ha descolocado esa fiera reacción.— Y pesas.
—Ja, no me digas que el capullo de Aomine era más cuidadoso.

Los ojos azules de Kuroko se abren como platos al escuchar aquello y su corazón parece trastabillar y olvidarse de latir por un segundo. Se queda con la boca entreabierta, petrificado, y Kagami frunce los labios, ladeando la cabeza con una expresión que bien podría ser de desaprobación. "Lo sabe" piensa con pánico Kuroko.
Al ver que el jugador fantasma no reacciona, Taiga vuelve a inclinarse hacia delante, sólo que ésta vez pone una mano a cada lado de la cabeza de su sombra y observa esa expresión que tiene, descifrándola rápidamente.

—Te he visto la cara que pones al hablar de él. No se parece una mierda a cuando hablas sobre los demás. —farfulla con seriedad y en voz queda, sin dejar de mirarle en ningún momento.— Además, cualquiera que nos conoce a los dos, a él y a mí, nos está comparando todo el maldito rato y... está también el dichoso tema de ser la luz y tú la sombra. ¿Crees que no me he dado cuenta? Es así como funciona.
—...no es-
—Sí es verdad, joder. —le corta en cuanto Kuroko empieza a balbucear. Verle en ese estado hace que su expresión se relaje momentáneamente, que los músculos de su cuerpo dejen de estar tan tensos, hasta que finalmente desvía la mirada.— Ya sé que ésta no es tu primera vez, ni la segunda, ni la tercera...
—K-... Kagami... —Sus temores se vuelven realidad con lo último que dice: Kagami lo sabe de verdad. Perdido y sin saber qué hacer en el denso silencio que se ha formado de repente, estira una mano hacia él pero la deja a mitad de recorrido, sin llegar a tocarle.
—No me importa. —dice de repente el pelirrojo. Kuroko arquea las cejas y encoge la mano. ¿Ha escuchado bien?
—¿No te... importa? —pregunta con cautela el 11 del Seirin. Kagami vuelve a mirarle y ésta vez se encuentra con una emoción distinta en sus ojos bermejos... ¿dolor?
—Bueno, sí me importa. Agh. —El tigre suspira y deja caer la cabeza hasta que su frente queda apoyada contra la de Kuroko. Tanteando, el más pequeño le toca las mejillas con las palmas de las manos, acariciándole con una suavidad que no hace reaccionar al tigre. Buena señal.— Me molesta especialmente que fuese con ese cabrón engreído.
—Es porque él-
—Oye. —El jugador estrella levanta la cabeza de repente, cortándole. Kuroko aparta las manos de su rostro por precaución pero Kagami parece molesto por ese gesto y ladea la cabeza hasta que una de las palmas de su sombra vuelve a quedar contra su mejilla morena. Su expresión parece la de un niño al que no le consienten algo.— No tienes que darme explicaciones.

RUDE BOYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora