2.

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El sonido de las llaves y una puerta cerrándose hace que los ojos de Tetsuya empiecen a parpadear débilmente. Siente el cuerpo flácido, pero alguien le lleva en brazos por un sitio oscuro del que no logra reconocer las siluetas. Sólo por la manera de sostenerle, recuerda que va en brazos de Kagami, también que está así porque le ha dado un subidón de fiebre y luego... le ha besado. ¿Pero y después de eso?

—Hmn... Kagami. —le llama con voz ronca, intentando erguir la cabeza. Justo después el pelirrojo enciende una lamparita que le hace entrecerrar los ojos azules y reconocer un dormitorio.— ¿Dónde...?
—En mi casa. —contesta él rápidamente. Su voz suena extraña, tensa y algo distante. Tal vez besarle no haya sido una buena idea.
—Tu casa... —murmura Tetsuya. Justo después Kagami le deja caer sobre el gran colchón de mantas revueltas y eso le hace volver en si de repente y exhalar todo el aire de sus pulmones.— ¿Por qué?

La pregunta queda flotando en el aire como si fuese un tema tabú que paraliza al jugador de baloncesto ahí de pie, pero tras un instante de tenso silencio arquea una ceja y observa a su sombra mientras entra por una de las puertas que tiene el cuarto. Kuroko le sigue con la mirada y cuando el pelirrojo sale de allí, lleva ropa seca puesta y tiene una toalla sobre la cabeza y otra en la mano.

—Porque está más cerca que tu casa y te has desmayado en mi hombro. —Su respuesta es escueta y lógica; lo que es realmente revelador en esa acción es que a mitad de frase le aparte la mirada y justo después le tire la toalla al 11 del Seirin en la cara.
—Qué amable. —responde el menor, ocultando una pequeña sonrisa esperanzada tras la toalla. Luego nota cómo unas grandes manos le agarran los pies, le quitan los zapatos y los calcetines. A duras penas, consigue erguir el torso y quedar sentado.— Puedo hacer eso solo.
—Claro, igual que caminar antes. —farfulla Taiga. Niega con la cabeza y, aún agachado, aprovecha que Kuroko se ha incorporado y le desabotona la chaqueta del uniforme de Seirin.
—Esta vez lo digo en serio. —La chaqueta empapada cae al suelo; las grandes manos del tigre dudan un poco antes de aferrarse a la tela del pantalón mojado también, para sorpresa de Tetsuya.— Oye.
—Te he dicho que lo hago yo. —El pelirrojo da un tirón a los pantalones del chándal hasta dejárselo por las rodillas. Es tan brusco que Kuroko le agarra el pelo rojo al tigre, ya sea por el susto, por los nervios o como aviso.
—Y yo he dicho... que puedo hacerlo solo. —mientras habla, el 11 y el 10 del Seirin forcejean, teniendo el 10 una amplia ventaja ante un 11 tan débil y febril.

Una de las piernas pálidas y no muy musculadas de Tetsuya sale del pantalón mojado, pero sólo para poder poner un pie desnudo en el rostro de Kagami y así intentar apartarlo de él. El pelirrojo maldice de manera ininteligible, tal vez en inglés, a la vez que el menor le suelta del pelo y usa su cara de palanca para apartarse de él y huir colchón arriba. Por lo menos consigue quitarle los pantalones empapados, que tira al suelo con su mala leche natural.

—¡Deja de hacer el imbécil! —le grita Taiga mientras se pone de pie. Sube al colchón, dispuesto a acabar lo que ha comenzado a pesar de que Kuroko manotea sin mirar hacia atrás e intenta seguir gateando boca abajo por la cama.— Ven aquí.
—N-no. Kagami... —A pesar de la negativa, el tigre agarra un brazo del menor y lo gira, haciéndole quedar boca arriba. Se encuentra con un rostro enrojecido, casi jadeante por el esfuerzo, el pelo revuelto y un cuerpo medio desnudo que tiene claro que desea bajo él, entre sus piernas. Su mirada está tan fija en su cuerpo y es tan penetrante y candente que Tetsuya acaba desviando los ojos hacia otro lado.— ...guarro.
—¿Q-¿¡Qué!? —Kagami le suelta el brazo que seguía sosteniendo por la muñeca como si la piel del otro quemase; ahora es su turno de enrojecerse, sólo que él no tiene como excusa la fiebre.— ¡No le des la vuelta a las cosas, idiota!
—Tú me has dado la vuelta a mí.
—¡¿Y eso qué tiene que ver?! ¡Agh! —Kagami se frota la cara con ambas manos y respira hondo entre sus dedos como si fuese una bestia enjaulada; no puede perder los estribos. Por otra parte, Kuroko le observa de reojo, amasando la sábana que tiene bajo él con las manos por el nudo de nervios que tiene en el estómago. Le gusta jugar y llevar al límite al tigre, pero el terreno sobre el que camina ahora es uno en el que nunca ha estado con el número 10.
—Es un juego de palabras. —añade para suavizar la situación con su voz neutra de siempre. Espera pacientemente a que Taiga se tome unos segundos y cuando éste se quita las manos de la cara, parece volver a la normalidad.
—Pues no tiene ninguna gracia. Venga, deja de ser un capullo que me estás empapando la cama. —Kagami hace un gesto vago con la mano, refiriéndose a la camiseta que Tetsuya aún lleva puesta.— Y vas a dejar que te ayude. Sí o sí.
—Bueno. —suspira el otro.

RUDE BOYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora