5.

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Otra vez Kagami vuelve a hacer lo que quiere con él, pero ésta vez no le pilla por sorpresa, sólo más excitado que nunca. Le rodea la cintura con un brazo y con la otra mano se guarda la erección dentro de los pantalones en un movimiento casi invisible a la vez que se levanta del sofá como si nada, con la rapidez y fluidez de quien sabe que la otra persona se va a sincronizar a la perfección con él para enganchar las piernas entorno a él y así no caerse, que es justo lo que hace Kuroko en cuanto tiene la oportunidad. De hecho, se moría por abrazarle así, por estar pegado a su luz.

—¿Dónde vamos? —pregunta el peliceleste contra la boca del otro. Esa posición es muy propicia a los besos, cortos pero intensos, abruptos, animales.
—Cállate. —gruñe en respuesta Taiga, volviendo a besarle mientras camina y manosea con garras de bestia todo cuanto puede el cuerpo de su compañero. Apenas es capaz de pensar, menos de hablar.
—No, es que... —Ya no sólo son los besos lo que acallan las palabras de Kuroko. Las rudas caricias le roban el aliento, le hacen retorcerse contra el jugador estrella, morderse el labio, querer más... pero tiene que aprovechar que aún está lúcido para sacar a Kagami de sus casillas todo lo que pueda; asegurar el éxito.— No quiero que vuelvas... a-ah... No quiero que vuelvas a llevarme a la cama a acostarme, darme una bebida caliente y... luego marcharte.
—He dicho que te calles.

Antes de acabar la frase va dejando de caminar, vira ligeramente su rumbo y, sin previo aviso, le empotra contra la pared justo al lado de la puerta de la habitación. Se aprieta tan fuerte contra él que, aparte de hacerle soltar un jadeo que le vacía los pulmones, puede sentir la respiración del tigre agitada contra su cuello y el cuerpo duro, tenso, sin duda preparado, como si fuera un depredador... demonios, se siente como si él mismo fuese una presa.
Reconoce la sensación al instante. Es una posición de control, de dominancia, y sin duda el animal interior de Kagami debe estar disfrutando del momento como nunca antes, pero Kagami no sabe que, en el fondo, Kuroko también disfruta de la excitante adrenalina que le proporcionan ese tipo de situaciones por las que, desde luego, él sí ha pasado antes.

—Kagami... —La voz quejosa de la presa siempre hace reaccionar al depredador, hace que baje la guardia.

Aprovechando el breve despiste, el jugador fantasma del Seirin consigue encaramarse mejor al cuerpo musculado de su luz. Se engancha más fuerte a su cuello, aprieta las piernas entorno a su cintura y apoya la cabeza en su hombro sólo para que su voz, por baja que sea, llegue a sus oídos bien clara.

—No puedo más. —murmura Tetsuya, mordisqueándose el labio y dándole un claro énfasis.— Por favor.

Como la calma que precede a la tempestad, la postura del tigre primero se relaja... y después reacciona como si Kuroko hubiese apretado algún tipo de interruptor que le activase. Sin mediar palabra, Kagami se pone en marcha de nuevo bruscamente hacia el destino que tenía pensado desde el principio: la habitación.
Como ya esperaba Tetsuya, es lanzado en la cama sin mucha delicadeza y después Kagami procede a quitarse la camiseta de manera mecánica y rápida, tirándola al suelo sin cambiar un ápice de su sombría expresión. La verdad es que da un poco de miedo, porque de mientras, sus ojos bermejos de dilatadas pupilas no se apartan de las piernas blancas y desnudas de Kuroko, que se arrastra hacia la parte superior del colchón con nerviosismo y anticipación, dándose cuenta de la mirada voraz de su compañero.
Justo cuando la espalda del peliazul toca el cabecero de la cama, una de las rodillas de Kagami hace crujir el somier al apoyarse sobre el colchón. Tetsuya traga saliva viendo cómo el otro se acerca lentamente hacia él como el depredador que es, siente que va a derretirse por dentro de la excitación...
Pero de repente, en vez de seguir avanzando y continuar con aquel juego de cazar y ser cazado, Taiga le agarra de un tobillo y tira de él hasta dejarlo tumbado completamente, pudiendo así echársele encima, cubriéndole con todo su cuerpo. Aunque le pille por sorpresa y no comprenda ese movimiento del todo, es agradable, piensa Tetsuya, así que le abraza por el cuello y engancha las piernas a su cintura mientras el otro hunde la nariz en un lateral de su cabeza y se restriega contra él, queriendo captar el aroma del cabello azul.
Por desgracia, ese abrazo de koala tan "inocente" hace creer al tigre que el jugador fantasma está... ¿preparado? y como quien no quiere la cosa, empieza a levantarle la única pieza de ropa que lleva -la camiseta blanca- hasta el pecho, dejando que por fin sus pieles se toquen.
Kuroko siente el suave roce y suspira, disfrutando de verdad de lo caliente que está el cuerpo de su luz. Lo nota todo: los músculos definidos, los movimientos que hace contra él, casi podría decir que los fuertes latidos de su corazón,... oh, y su sudor, que es fuerte y cálido, al igual que el familiar olor que desprende. Todo en conjunto hace que el agarre de sus piernas en la cintura del tigre se afiance más por pura excitación y disfrute... pero ese pequeño gesto era la confirmación que Kagami necesitaba para continuar.
Lo siguiente que siente Tetsuya es cómo Taiga apoya todo su peso sobre un sólo codo, cuela la mano entre sus dos cuerpos y tira del elástico del pantalón para liberar su erección. Inmediatamente después se le escapa un suspiro de alivio que hace temblar al más pequeño de anticipación y excitación, deseando que llegue el momento en el que pueda arrancar de esa grave voz más sonidos como ese.
A pesar de toda la prisa que parecía tener Kagami, de repente se queda quieto, con la mandíbula prieta, los ojos entrecerrados y atentos a lo que que está pasando o debería estar pasando por debajo de sus ombligos, pareciendo tan concentrado que Kuroko se pregunta qué demonios estará pensando. Siendo sinceros, él está rozando su límite, pero le parece tierno y en cierto modo lógico que Taiga haya bajado revoluciones. ¿Tal vez quiera ir más lento...?
Nada más lejos de la realidad, Kuroko se da cuenta de lo equivocado que estaba cuando el jugador estrella vuelve a moverse, habiendo tomado una decisión interna que era mucho más básica de lo que el otro pensaba. De repente, Kagami se agarra el miembro y, sin muchas ceremonias, roza el aún húmedo glande contra la entrada de Tetsuya, que es perfectamente accesible por la postura en la que están.
El más pequeño se sobresalta por lo rápido que ocurre todo, pero no reacciona hasta que Taiga, que parece no tener ni idea de cómo funcionan las cosas, empieza a hacer presión en ese hueco para nada preparado para recibir a aquella monstruosidad que tiene entre las piernas. El instantáneo pinchazo le hace incluso clavarle las uñas en la morena espalda.

RUDE BOYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora