"Pegaso..."

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Llueve. Llueve mucho. Las gotas caen empapando mi rostro. Pero, ¿Sabéis? Me da igual. Por mi cabeza únicamente corre una imagen. Una imagen que hace que mi corazón se derrita. Una imagen que... Me enamoró. Su sonrisa me enamoró. Su voz alegre e inocente me enamoró. Sus gestos me enamoraron. Sus caricias me enamoraron. Sus “¡Ya me las arreglaré!” me enamoraron. Pero ya no me puedo enamorar más. Y eso... Me duele. En lo más profundo de mi corazón roto, siento como aquella aguja llamada “realidad” se clava en mi pecho, perforándolo sin pausa. Parece no tener fin. Y eso me angustia, me angustia mucho.

Mis pies andan sin rumbo fijo. Mi cabeza se mantiene gacha. Mis ojos escuecen. Mi capa se engancha en mi camiseta. Mis manos parecen buscar algo en el bolsillo, pero nada. No hay nada en él.

¿Por qué su risa me persigue? ¿Por qué soy capaz de oírla si no está a mi lado? Miro a mi alrededor, pero solamente veo una calle desierta, fría, gris. Sin vida. Como él...

Y vuelvo a oír su risa. No lo soporto. No aguanto más esa punzada. Las lágrimas vuelven a mezclarse con las gotas de la lluvia que descienden sobre mi rostro, ahora alzándolo al cielo en un intento desesperado de ver a mi pegaso volar por el cielo nublado.

Nada... No sé para qué me molesto... Mi mente juega conmigo... Y yo... Cedo a esos juegos. Esas travesuras que me abren heridas en el corazón. Esas heridas que aun me mantienen en contacto con él.

¿Por qué? ¿Por qué a él y no a mí? No lo entiendo... Esa tarde... Yo era feliz... Éramos felices... No pasaba nada. Acabábamos de hablar con sus padres. Al fin... Habíamos logrado su aceptación. Nunca lo había visto sonreír tanto ni llorar de felicidad de aquella forma. Esa imagen no se me va de la cabeza... Junto la del camión que lo arrolló. Me vuelve a doler. Mi pecho me oprime y las lágrimas no se detienen. Apaciguar el dolor... Es lo que necesito... No... Lo que necesito es a él. Conmigo. Aquí.

Mis pies siguen andando y me llevan a la gran Torre de la ciudad. Alzo la mirada al cielo, a su gran inmensidad. Me impresiona lo alta que es. Y aun así no logra alcanzar el cielo para permitirle a mi pegaso volver a mí...

Subo las escaleras con pasos lentos. ¿Y si me resbalo? Da igual. ¿Y si me lesiono? También me da igual. Seguiré andando hacia arriba hasta llegar a la plataforma. Me acerco a la barandilla y un montón de recuerdos se asoman a mi mente.

¡Tsurugi! La noche hoy está estrellada!”

Mierda... Más lágrimas no...

Pe-Pero... Yo no sé bailar...”

Ugh... Mi pecho... Otra vez...

Tsurugi... Te quiero mucho.~”

Mi armadura, mi máscara, mi seriedad... Se ha esfumado. Que débil soy... Que frágil me siento ahora... Pero debo aprovecharla. Ahora o nunca.

Me inclino sobre la barandilla, mirando al suelo. Ojalá esa fuera la distancia tan larga que la del cielo a la tierra...

Mi cabello cae hacia delante por la inercia. Alzo la cabeza al cielo, buscando a quien evite mi caída. No está. No vendrá...

Cierro de nuevo los ojos. Mis brazos hacen un último esfuerzo, dejando que todo el cuerpo caiga hacia delante. Ya no noto el suelo a mis pies. Mi cuerpo flota en el aire. Y cae... Y sigue cayendo...

El cielo se aleja a medida que caigo. ¿Una última plegaria? ¿Últimas palabras? No necesito decir nada, pero mis labios formulan un último nombre.

Pegaso...

Mi mano se alza y extiende los dedos al cielo. Mis ojos se cierran. No quiero abrirlos. No si eso conlleva no verlo más.

Pegaso...

Algo alumbra mi rostro. No puedo evitar entreabrirlos. Algo me ilumina. ¿Al fin... La he alcanzado?

Pegaso...

Sus ojos grises me miran fijamente. Parpadeo. ¿Realmente... Está aquí? ¿Por qué llora?

Pegaso...

Extiende mi mano hacia mí. Parece alejarse de mí y no querer. Pero... Si no me voy a alejar de ti...

Su dorado cuerpo rodea el mío y oculta la cabeza en mi pecho. Es cálido. Lo echaba de menos...

No mueras Kyousuke... No quiero que mueras...”

Y yo no quiero separarme de ti...

N-No quiero...”

Lo siento... Pero sin mi pegaso... Este caballero no merece su armadura al no tener nadie a quien proteger...

No más palabras. No más conversación. Mis ojos vuelven a cerrarse y la calidez que rodeaba mi cuerpo se extiende. Es... Reconfortante... Me gusta como se siente... Ahora... Vuelvo a estar junto a ti... Mi amado Pegaso...

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