Crónica de una mentira

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Tus besos, caricias, frases de amor y tu propio cuerpo, resultaron ser un veneno mortal y silencioso. No me había percatado, pues el confort tocó la puerta de mi ser tratando de desviar la ineludible evidencia de una mentira tan potente como mil bombas nucleares. A raíz de ello, sé creó una profunda herida, digna de una daga afilada o un fino sable. Cualquiera sea el caso, me ha desgarrado el alma con maestría milimétrica. Aunque no fue mi fin, dejó una huella imborrable. Una que instauró secuelas en mi ya lacerado orgullo.

La crónica de una mentira que había sido mi realidad.

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