Capítulo 3:

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El patio ya está menos poblado que cuando  ingreso al hogar, aún así no logra ver a las “simpáticas cuidadoras”. La joven sube las escaleras con la vista hacia arriba, escuchando algunas voces lejanas pero cuando está en la planta de arriba le da un vistazo  al pasillo de la izquierda donde hay varias puertas, a diferencia del pasillo de la derecha donde sólo hay una puerta, una habitación cerrada.
Nadie más arriba parece percatarse de su presencia a medida que se acerca a la puerta, donde toca tres veces con la mano cerrada y se decide a abrir la puerta asomando apenas su cabeza,

—¿Se puede?— pregunta casi como un murmuro pero sus ojos se encuentran con los niños sentandos sobre una pequeña alfombra en el suelo, frente a una hoja y crayones partidos por la mitad esparcidos por el suelo.
— hola— Emma, ingresa a la habitación, con el dibujo en su mano que está sobre su espalda, pero no logra recibir ni una sola palabra de los niños, así que con toda la confianza del mundo se sienta en la cama quedando frente a ellos,
— me llamó, Emma.

Los niños intercambian miradas entre ellos dejando aún más perdida a la joven,

— Am, ¿Qué dibujan?— nadie responde, así que saca su arma secreta, el dibujo, — me parece que esto es de ustedes— lo deposita lentamente sobre la alfombra, está vez si provoca una sonrisa en los dos.

El más chico de los dos, levanta la vista hacia Emma, —gracias— susurra.

— no hay de que— le guiña un ojo

— Paola, nos lo quitó — murmura el otro niño pasando sus dedos sobre los bordes de la casa dibujada.

Emma tensa su mandíbula ante ese comentario, — ella.. digo...¿siempre les quita sus dibujos?

Nuevamente los niños se miran furtivamente.

— me llamó Mateo.

La joven le regala una sonrisa de lado al pequeño niño que trata de evadir la obvia pregunta.

— él es mi hermano Santiago.

- son hermanos, que lindo- Emma pasa su mano sobre los cabellos castaños de Mateo, siempre con una enorme sonrisa, diferencia notable de Santiago, hermano mayor y serio.
— ¿les gusta dibujar?

Mateo deja escapar una pequeña risa, pocos segundos le bastaron para entrar en confianza con Emma.

— A quien no— agrega, hasta que la puerta se abre abruptamente, haciendo que golpeé contra la pared asustando a los hermanos.

— la cena...— la palabras de Paola quedan trabadas en su garganta al ver a Emma sentanda allí, con los niños a los que ella tan ferozmente vino a ver.

La poca paciencia que estaba guardando Emma para no sacar su antigua personalidad de decir todo en cuanto piensa, se quiebra en el momento que es testigo de esa escena. Nadie en su sano juicio sería capaz de entrar en un habitación donde hay dos niños tranquilos, dibujando.

— Emma, no sabía que...

— deberías tocar— ahora es ella quien interrumpe, porque ahora tiene un trabajo como cuidadora de niños de un hogar y los hermanos pertenecen a el.

—si—  ríe por lo bajo, — es que no me di cuenta-

—¿De la fuerza con la que abres las puertas?

Paola arquea una de sus finas cejas,
— perdón— escupe, —vine a decirles que la cena estará dentro de una media hora— trata de sonrier para los niños pero ellos no son capaces de sostenerle la mirada.

— bien— Emma mira de reojo la actitud de los hermanos, —estarán allí, puedo avisar a los demás niños, por ahí no puedas controlar tu fuerza– le da una sonrisa sarcástica.

— ¡Ja!, Gracias— sigue asqueada por la forma de hablar de Emma, pero no le queda más que cerrar la puerta con todo el amor del mundo para irce.

La joven rodea los ojos con fastidio hasta que se da cuenta de los pares de ojos puestos en ella,

—¿Todo bien?— pregunta.

— si— Mateo le muestra todos sus dientes en una sonrisa.

—bueno—se pone de píe, –yo también seré su cuidadora– está vez pasa sus dedos sobre los cabellos de Santiago, sintiendo como el cuerpo del niño se tensa en respuesta, —así que, pueden acudir a mí. Media hora y abajo niños— le devuelve el guiño a Mateo y sale de la habitación, de regreso al pasillo, está vez a las habitaciones de las niñas.

Cada habitación contiene una letra en la puerta, hay dos o tres camas, así que no le toma mucho tiempo, entrar y darle el aviso que de tan mal humor pone a Paola. Al cabo de unos minutos, solo le faltaba dos habitaciones las cuales tienen la letra A y B. Todas las niñas la miran con la misma expresión de sorpresa y curiosidad, seguramente una loca pregunta de saber si la "nueva" será igual a las otras dos.

Cuando termina ese aviso, se contiene para no regresar a la habitación de los hermanos y se decide por bajar. En la cocina se encuentra con las demás cuidadora y Hanna.

—resuelto–anuncia Emma sentándose en una de las sillas.

— bien—contesta Paola como si tuviera algo atorado, — tienes asignados a tus niñas, los de la habitación A y B

— Son más habitaciones, ¿por qué sólo dos?

– Ay por favor, Emma– rie Debora.

—¿deseas alguna habitación en particular? Ya que has hecho amistades con los niños en una hora.

— en realidad, si. La de los niños.

—¿los hermanos?— salta Debora.

—sí.

– tómalo si tanto te interesa, todos son iguales– el mal genio de Paola es casi palpable...

Luego de unos minutos, los niños se acercan al comedor, un salón donde están dispuestas mesas individuales y sus respectivas sillas.

Emma ayuda a Hanna, sin dudar a servir la cena mientras que escucha los susurros demasiados audibles de las cuidadoras sobre la llegada de una niña dentro de un mes,

— tuvo tantos problemas en los hogares en el que estuvo- habla Paola...

—¿Nunca se callan?- murmura Emma hacia Hanna.

— Paola, jamás. Mas ahora que encontró compañía— Hanna tampoco puede evitar sonreír.

Luego de la cena, todos los niños vuelven a sus habitaciones vigilados fijamente por la mirada de Debora...

Luego de la cena, todos los niños vuelven a sus habitaciones vigilados fijamente por la mirada de Debora

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