Capítulo II: Brigham & Cecily. Sin daños a terceros.

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Noruega. Año 315 Después de Cristo.

Brigham era el primogénito de los reyes Leonor y Gawain. Futuro heredero de toda la realeza.

Chico caracterizado por su egoísmo, y falta de empatía. Creciendo siendo consentido hasta con el más tonto capricho.

Dueño de unos ojos vislumbrantes y prometido de Aalis.

Sus padres habían cerrado un trato con los Rawson para acabar con la lucha de las tierras. Haciendo comprometerlo a los 10 años con la pequeña.

Gawain le había explicado, (o más bien avisado) que Aalis era el amor de su vida. La mujer que ama con locura y que debería proteger, amar y honrar hasta que la propia muerte decida separarlos, nadie más que ella.

Brigham, sin mucho que refutar, acató cada indicación de su padre, ya que las órdenes, en especial del rey, se seguían al pie de la letra.

Los padres de Aalis la llevaban cada semana para que Brigham pudiera ver a quien en un futuro sería su futura esposa.

Así Brigham fue viendo crecer a su futura reina.

A la edad de catorce años, Gawain optó por pedirle a la ya sirviente del palacio que traiga a su hija a trabajar para Brigham, ya que necesitaba alguien de confianza para servirle a su hijo.

El día de su llegada, Brigham se encontraba con Aalis, quien ya tenía previsto que cada tarde iba a pasarla con su prometido. El aura extraño de aquella mujer llamó su atención, mirándola con total cuidado, de pies a cabeza.

Ella, completamente asustada, lo miraba mientras se escondían tras su madre. Fue introducida como su sirviente personal. El, tratando de decifrar un poco más de ella, chocó un momento con su mirada, haciendolo traspasar un escalofrío por todo su cuerpo.

Sin embargo Brigham no ondó en la situación, simplemente dejó pasar el tiempo. Por alguna razón aquella chica parecía no hablar, Brigham había empezado a pensar que muy probablemente tenga algún problema extraño. El solo daba las ordenes y ella las cumplía.

—Prepara a los caballos, iré a dar una vuelta. —Le ordenó el principe.

—¿Piensas salir ahora?— Se escuchó la voz de su madre salir de algún lado del lugar, preguntándole en un tono notoriamente cansado.

—Si, madre. No he estado durmiendo bien y necesito un poco de aire. —Respondió el muchacho con la altanería que lo representa.

—Recuerda que hoy vendrán a cenar los Rawson. —Le anunció su madre en un intento porque se quedará en el lugar.

—Solo serán unos momentos, volveré a tiempo. —Replicó, sin prestarle mucha atención.

El voltea la mirada a su sirviente, por alguna extraña razón, desde el primer encuentro, le cuesta sostenerle la mirada, así que solo vuelve a girar su cabeza y le pregunta:

—¿Ya está listo todo?

Ella asiente en señal de afirmación sin emitir ninguna palabra, y Brigham solo prosigue a salir del lugar.

Se sube a su caballo, y da pie a su breve paseo.

Últimamente sueños bastantes incómodos lo han estado perturbando y despertándolo, no encuentra explicación a tales cosas y lo atribuye a que estos días no ha salido de su hogar.

La luz de la tarde le incomoda un poco la vista, y un ruido a su derecha lo distrae. El estar tan concentrado en sus pensamientos lo distrajo de su alrededor, y ahora le cuesta reconocer su ubicación.

La Historia sin Memoria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora