Los ojos saben hablar de cosas que la boca no se atreve a decir. Son ellos la ventana al alma y el testimonio de que hoy o en otra vida nos volveremos a encontrar.—Rksz
Inglaterra S. XVIII
Florence observó con detenimiento aquel cuerpo destrozado. Tomó rápidamente algunas hojas del escritorio del señor Brown y luego mojó su pluma en el tintero.
—Hora del deceso —Masculló su viejo mentor —Tres de la tarde.
La joven escribió obedientemente, mientras le temblaba un poco el pulso, lo cual provocaba que su letra sea poco legible.
Hacía un año que el señor Brown había accedido de mala gana a instruir en las ciencias médicas a la joven Florence. Su condición femenina había sido el principal impedimento para aceptar el insistente pedido de la muchacha. ¿Qué iban a pensar de él sus colegas si permitía que una mujer se entrometiera en esos asuntos? Claramente se convertiría en el hazmerreír de todo York y sin mencionar el escándalo social que incitaría si alguien lo descubría.
Especialmente aquel grupo de mujeres tan correctas e incólumes que de tener conocimiento de que una de las hijas de la baronesa de York estaba inmiscuida en ese tipo de actividades les provocaría tal desagrado que serían capaces de quemar a la muchacha en la hoguera, aunque esa actividad haya sido prohibida hacía ya varias décadas.
Sin embargo, bien lo sabía el señor Brown, el calificativo de bruja perseguiría a la niña por el resto de su vida. Por eso mismo, tardó en aceptar su requerimiento. Pero una vez, cuando cansado de la obstinación de la muchacha la citó en su pequeña cabaña donde atendía algunos casos que eran de especial envergadura, Florence había mostrado inteligencia, perspicacia pero sobretodo mucha disposición a manipular órganos de cuerpos, tanto vivos como muertos.
De modo que vio en ella un talento excepcional para el arte de la medicina y se convenció de que una asistente con ese potencial no le vendría nada mal; siempre y cuando, claro, se mantuviera cierto cuidado en guardar el secreto.
Florence, una muchacha de 20 años, estaba determinada en dedicar su vida a curar a las personas. Desde pequeña había mostrado esa especial inclinación y dedicación que no solo requería de inteligencia y entrenamiento sino tambien de empatía. Y ella, a este aspecto, lo rebasaba con creces. Por eso ahora, a pesar de llevar ya un año de aprendizaje con su querido y admirable maestro, aún le temblaba el cuerpo ligeramente al ver a alguien fallecer frente a sus ojos.
No podía pensar en otra cosa que en la familia de esa persona y si tendría hijos pequeños. Aunque el señor Brown insistía en que esa cualidad suya era en realidad una debilidad si algún día quería convertirse en una doctora respetable, lo cierto era que Florence poco podía hacer ante este impulso. Y ante varios mas, ya que se caracterizaba por ser una mujer tan eruptiva como un volcán, como su hermana Jane solía decirle cada vez que tenía la oportunidad.
La muchacha observó como el señor Brown tapaba el cuerpo con una tela blanca y luego se dirigía hacia el hermano del fallecido, quien esperaba fuera de la vieja cabaña, perdida en uno de los bosques cercanos a la residencia del doctor. Tal lugar fue inaugurado por su propietario en 1758, hacía ya 15 años, para cierto uso particular cuando algún herido o familiar no quería que su caso se desperdigase hacia oídos equivocados. Una atmósfera de secretos rodeaba ese sitio y no solo por la presencia de una mujer allí.
Florence escuchó mientras el doctor le daba sus condolencias al muchacho y se lamentó por la juventud del fallecido, quien no superaba los 20 años seguramente. La fiebre hizo estragos en su cuerpo, seguramente incitada por la infección de algún órgano.
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La Historia sin Memoria.
Fanfiction¿Crees en el amor a primera vista? ¿O debiera decirse amor a primer reconocimiento? La creencia en la reencarnación es muy antigua. Ha estado presente en casi todas las religiones hindús. En ellas se afirma que somos almas que repiten reencarnacione...