Prólogo.

939 40 8
                                    

"Sin embargo siempre volvemos. Nos hemos perdido y encontrado, nos hemos amado y hasta odiado. Pero siempre volvemos a buscarnos."

Cecilia observó estupefacta aquella escena, digna de una feria americana. Su marido, por el contrario, se sentía orgulloso de la idea que había tenido: una tarotista en la fiesta de 15 años de su hija. Un acto de pura originalidad que dejaría a los invitados con la boca abierta.

—¿Cuándo viste una tarotista en una fiesta de 15? – Preguntó su esposa.

—Ese es el punto. Esto es vanguardista. —Replicó él, algo sorprendido por tener que aclararlo.

—Cuando Aurora lo vea, le va a encantar. —Señaló Camila con sarcasmo mientras se acercaba a ellos.

Los tres estaban parados en medio del salón mirando como aquella extraña mujer organizaba la mesa que había dispuesto a un costado del escenario, tal como Felipe le había pedido. Aún era temprano y los invitados llegarían a las 21 horas, sin embargo Camila había decidido llegar mas temprano para ayudar con los últimos preparativos. En algún lugar de la ciudad estaría su ahijada Aurora, preparándose para la gran noche.

—Nunca pasa de moda esto. —Señaló Felipe con una sonrisa de suficiencia en su rostro —A la gente le gusta conocer su futuro, incluso cuando saben que todo es una estafa.

—Estafa es lo que esta mujer hace —Murmuró irritada Cecilia, cruzándose de brazos —¿Mil quinientos pesos la hora? Está loca.

Camila, que era una mujer muy escéptica en aspectos como éstos, sintió una extraña presión en su pecho. Algo de aquella extraña mujer la incomodaba pero no podía descifrar exactamente qué, y como no era de aquellas personas que reprimiesen sus impulsos, se le acercó con sigilo mientras ésta acomodaba sus cartas sobre una mesa revestida en un mantel violeta oscuro con bordes de color dorado. Enseguida su mirada atrapó a la joven de una forma bastante intimidante, y aunque se juró a si misma no creerse toda aquella pantomima, Camila sintió un escalofrío correr por todo su cuerpo.

—Viajera. —Musitó de repente la mujer, con la amenaza cerniéndose en sus ojos.

Aunque logró recomponerse casi al instante, volviéndose a esconder detrás de su máscara de apatía, la muchacha flaqueó lo suficiente para que la anciana pueda reconocer el miedo en ella.

—Últimamente, no viajo mucho. —Replicó irónica.

—Te vendría bien. —Espetó la mujer, volviendo su mirada hacia sus preciadas cartas.

—¿Viajar? Eso creo yo...

—Creer. – La interrumpió —Te vendría bien creer.

Camila se sorprendió a sí misma temerosa de la situación. Trató de mantenerse indiferente, pero sus intentos fueron nulos: no pudo evitar el hormigueo que llegó por ambos de sus brazos para luego esparcirse por todo su cuerpo ante cada palabra de aquella singular mujer.

—Martina pide disculpas por no poder haber venido ella misma a dejar esto, pero es que aún le faltan algunas otras cosas y las sigue preparando.

De pronto, aquel comentario sacó a Camila de todos sus pensamientos, haciéndola acomodar en la silla y enderezar su espalda, incómoda. La mujer miró por encima del hombro de la joven, sonriendo con ironía al alcanzar a ver al dueño de aquellas palabras, haciendo que Camila voltee tambien, presa de la curiosidad.

Mientras Felipe y Cecilia le respondían al hombre que solo segundos antes entró, ella tragó saliva con dificultad al reconocer perfectamente aquella voz, formándose un nudo en su estómago en paralelo a que sus manos empezaran a sudar.

—No sabía que ya habían llegado invitados. —Escuchó Camila murmurar a Benjamín, que tardó en reconocerla.

Pero, al fin y al cabo, sucedió. Sus miradas, el encontrarse, se sostuvieron por una milésima de segundo que pareció eterna. Luego, ella bajó su mirada sigilosamente, tornándose pesado el ambiente a su alrededor.

—Camila...—Murmuró él sorprendido. Ella sonrió forzadamente, apretando los labios.

—Benjamín. — Replicó Camila segura, mientras movió su cabeza como una reverencia en señal de saludo.

El silencio volvió a instalarse entre ambos.

La mujer, que minutos antes parecía únicamente interesada por Camila, tornó un poco su atención hacia quien alguna vez fue el gran amor de la joven.

—Al parecer la vida ha querido que te encontraras hoy con tu compañero de viaje. —La mujer parloteó en un tono bajo pero audible para ambos.

El rostro de Benjamín cambió totalmente al asombro, y la curiosidad ahora también lo inundaba a él.

—Era cierto lo de la gitana, ¿Eh? — Le dijo a Felipe.

—Grandes ideas de tu amigo. —Respondió Cecilia, con un claro tono sarcástico, que permitió percibir a Benjamín que no estaba totalmente de acuerdo con la idea.

—No está mal tener un poco de magia, y dejar el escepticismo a un lado. —Replicó en su defensa Felipe.

La mujer, quien ya estaba mezclando sus cartas sobre su mano con admirable habilidad, miró de mala gana a Benjamín por su comentario.

—No soy ninguna gitana, querido. —Le advirtió mirándolo fijamente —Mi profesión no tiene nada que ver con aquél pueblo.

El interpelado sonrió un poco avergonzado, disculpándose enseguida. Sin embargo, algo de aquella mujer encendió su curiosidad, dándole ánimos para acercarse hacia la mesa con cautela. Con la mirada le pidió permiso a Camila para poder sentarse a su lado, y ella simplemente asintió, evitando cualquier contacto visual con él.

Ambos permanecieron en silencio, sin saber muy bien que decir. Ninguno de los dos sabía exactamente porqué estaban allí sentados.

Sin previo aviso, la mujer tomó sus muñecas para observar bien su dorso. En la piel de los jóvenes estaba grabado el signo de la infinitud. A Camila este gesto la tomó de improviso, lo cual la disgustó bastante, desasiéndose del amarre de la mujer casi al instante. Aquel tatuaje se lo había hecho hacía muchos años atrás, uniéndola de por vida al hombre que alguna vez amó.

La extraña mujer volvió a sonreírle, esta vez mostrando sus dientes amarillos producto del cigarrillo.

—¿Qué me depara el futuro? —Preguntó la muchacha con arrogancia, en el intento de incomodar a la irritante mujer que había logrado hacerle pasar un vergonzoso momento al lado de su ex.

—Para conocer el futuro. —Respondió ella con voz apenas audible —Es necesario comprender el pasado.

La Historia sin Memoria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora