El baile de las estatuas

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Cuando el Lamborghini fue estacionado en la puerta de la mansión Malfoy, Harry sintió su nerviosismo subir a tope haciéndolo sentir levemente enfermo. Definitivamente no deseaba otra cosa más que salir corriendo de inmediato.

Riddle parecía haber sentido su nerviosismo por que le lanzó una sonrisa gentil mientras rodeaba el superdeportivo para extender la mano al ojiverde y ayudarlo a descender del coche. Cuando llegaron a la entrada propiamente dicha, y no los jardines donde estaban estacionados todos los autos, Harry se alegró de al menos ver una cara conocida.

─Dobby ─saludó con una sonrisa a su sirviente favorito de los Malfoy, un hombre pequeño y flaco con nariz puntiaguda y ojos verdes saltones. El hombre sonrió nerviosamente al ver con quién estaba Harry.

─Harry Potter, señor, es un placer verlo bien. Dobby... ─el sirviente titubeó pero como el Dr. Riddle simplemente expresaba curiosidad en el rostro terminó valientemente la oración─ Dobby estaba preocupado por usted, señor. Dobby sabe que el señor Harry Potter sabe ahora. Dobby intentó decírselo, Dobby lo jura, pero Dobby no podía... Dobby no esperaba ver al señor Harry Potter por aquí de nuevo, y menos en tan distinguida compañía.

Harry reprimió las ganas de abrazar al hombre enjuto y sólo apretó una mano huesuda─ No te preocupes, Dobby ─miró un momento a su acompañante y sonrió─. Para mí también fue una sorpresa acabar aquí de nuevo, siento que estoy cometiendo suicidio.

Tom sonrió pasando un brazo posesivamente por la cintura del más joven─ Que dramático, pero no te preocupes, no planeo dejar que nada te arruine la noche. Mientras no saltes a los brazos de Draco, me tendrás para defenderte. De caso contrario me temo que podría volverme loco de celos y terminar mordiendo a alguien antes de secuestrarte.

A pesar de que estaba dicho en tono de broma, la forma en que remarcaba las palabras era positivamente posesiva e hizo sonrojar ligeramente a Harry. No que él no supiera que el hombre le estaba coqueteando, lo había dejado claro desde el principio. Pero la manera segura con que se manejaba y hablaba como dando por seguro que era de su propiedad era algo completamente nuevo que no sabía cómo lidiar.

Era como irte a dormir y despertar con una anaconda enrollada en tu cuerpo. Sabías que inevitablemente te iba comer pero no podías evitar el verla alucinado durante los momentos en los cuales lucía inofensiva.

Sin embargo, en el instante que ingresaron a la fiesta, deseó aferrarse a esa anaconda en busca de refugio. Prefería morir en sus colmillos antes que tener que andar por esa selva de animales voraces, totalmente dispuestos a hacerlo pedazos. Lamentablemente, Riddle no compartía la idea y lo haría hacer frente.

La buena noticia era que Draco no estaba en ningún lugar a la vista. Lucius en cambio estaba charlando amenamente con un grupo y levantó su mirada grisácea para observarlos, la cual Harry evitó y Riddle correspondió enviando un silencioso mensaje de advertencia a la vez que apretaba el agarre en la cintura.

─Ven, Harry, voy a presentarte a algunas personas ─Harry no tuvo tiempo de quejarse puesto que ya estaba arrastrándolo hacia un grupo de personas y, para el alivio del ojiverde, lejos de los patriarcas Malfoy.

Fue presentado a un número grande de personas y las charlas no se extendieron demasiado, en especial era Tom quien marcaba cuanto tiempo hablaba con cada uno. Los más destacables fueron Bellatrix Lestrange, la prima de Sirius, que cuando la miró de cerca se dio cuenta de que era bastante parecida a Regulus, el fallecido hermano menor de su padrino.

La mujer parecía un poco loca a decir verdad y le hablaba como si tuviera cinco años de edad. Lo único bueno era que la mujer no mencionó nada respecto al estado en el que lo conoció en la oficina del psicólogo criminal. Acto seguido le presentaron al esposo de ella, Rodolphus Lestrange, explicándole que era un genio de las computadoras y buen amigo de Tom. Harry tenía la sospecha de que el Lestrange había sido el que le había conseguido el número de celular de Harry, dado que éste no se lo había dado.

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