Primera parada

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Esa casa tan peculiar. Está al fondo de un callejón, entre una sala de deportes y una empresa. Tiene un jardín enorme que la rodea junto a varios árboles frutales y muchas flores; está cercada y se entra por una pequeña puerta de hierro.

La casa tiene dos pisos. En el primero hay un portal con unas mecedoras de hierro - y a decir verdad no he visto nada más de esa planta. Al segundo piso se accede por una escalera de caracol oxidada. Ahí arriba están los cuartos de Lucas y de sus padres, tiene una pequeña cocina bastante desordenada y una terraza que siempre tiene ropa tendida.

Abro la puerta y está Lucas con el teléfono, como siempre, sentado en la mecedora de hierro del portal. A su lado está el amor de mi vida: Aka; un pastor alemán que amo con locura, lo saludo y le pido un beso y su húmeda lengua acaricia mi mejilla. Lucas al fin se levanta, me da un fuerte abrazo y me invita a subir para que me instale.

Camina delante mío y no puedo dejar de mirarlo, él me hechiza. Es un muchacho súper alto y delgado, tiene la piel morena y el pelo negro y alborotado, una cruz tatuada en el cuello detrás de su oreja derecha y el nombre de Aka en el brazo izquierdo. Siempre va de chándal y camiseta y huele al jabón con que lava mi mamá - cosa que me encanta. En el rostro tiene algunos puntos negros en las mejillas, sus ojos siempre están hinchados y las ojeras muy marcadas porque no duerme casi nada.

Entramos en su cuarto -si a este nido de perros se le puede llamar cuarto- y dejo la mochila sobre una mesa junto a su cama. Me acuesto en el que será mi colchón durante este fin de semana y apenas cierro los ojos cuando ya Lucas está inventando una salida.

No me puedo creer que no pueda descansar ni un segundo de este día. En un descuido tiro a Lucas a mi lado y le pido que descansemos 15 minutos.

Desgraciadamente me he venido a quedar a la casa más transitada de toda la ciudad y no se hace esperar la llegada de Dalia, Sofía y Paula. Parece que solo tendré tiempo para descansar en la noche. Nos vamos los cinco para nuestro lugar favorito: el Tarot Café.

De camino al lugar voy charlando con Paula, la ex de Lucas, nos conocimos cuando ellos estaban juntos y desde entonces nos llevamos muy bien. Aunque he de confesar que ella me gusta mucho. Es muy pequeña y frágil, parece una muñequita. Tiene el pelo rojo cobre y una piel perfecta. La cara redonda y un lunar en la punta de su nariz de lobo que me encanta.

Me di cuenta que me gustaba cuando estábamos un día los cinco en casa de Lucas y ella y yo nos quedamos dormidas. Yo desperté primero y me quedé mirándola; la vi tan bella que sin darme cuenta comencé a acariciar su rostro delicadamente y a mirar sus finos y pequeños labios rosados. Abrió los ojos y me sonrió inocente, yo me fui acercando lentamente a su boca y al ver una mirada de extrañeza me detuve y cuando iba a retirarme ella tomo mi rostro y pegó su boca a la mía -al final terminé yo siendo sorprendida por su reacción.

Me senté a horcajadas sobre ella y tomé con mis dientes su labio superior, mientras mi lengua se adentraba suavemente en el calor de su boca. Ella continuó el beso y nuestras lenguas se acoplaron en una sensual y apasionada danza.

Desgraciadamente tocaron a la puerta y tuvimos que detenernos. Desde ese día nuestras miradas coquetean cada vez que tienen oportunidad.

(...)

Llegamos al Tarot Café. El sitio está en el octavo piso de un edificio sin ascensor. Es un lugar para frikis así que está ambientado a mi gusto.

Tiene un salón amplio con luces tenues y ventanas de cristalera roja, la barra en la esquina derecha del salón y queda justo frente a la entrada del local. La barra es en forma de L y está hecha de madera oscura. La pared de detrás tiene varios grafitis y pinturas que han hecho los mismos clientes y una repisa de cristal llena de objetos antiguos. Junto a la barra hay una mesa redonda de baja estatura con cinco asientos, alumbrada por una lámpara de papel. En total hay nueve mesas de diferentes tamaños repartidas por el salón. Las paredes están decoradas con fotos de los grandes del Rock and Roll y hay una chimenea sobre la cual hay varias botellas con barcos dentro. El Café tiene una terraza llena de cactus desde la cual se ve la ciudad. Hay además un techo de enredadera y una gran mesa en el centro presidida por un antiguo y esponjoso sofá rojo.

Este lugar está estratégicamente colocado, después de subir tantas escaleras es necesario tomarse algo - llegas con la lengua afuera literalmente. Vamos a sentarnos en la terraza y pasamos la tarde con todos nuestros amigos jugando a "chupa y sopla" . Este juego casi siempre se hace cuando estamos borrachos, pero hoy fue una excepción.

Paula y Sofía se dieron un beso que puso caliente a todo el grupo, - al parecer se tienen muchas ganas- aunque yo no me quedé atrás, pero mi beso fue con Lucas. Tras eso mi cabeza comenzó a generar un plan diabólico de los míos -tengo una buena oportunidad y no la voy a dejar pasar.

Mis pensamientos son interrumpidos por el chico que nos trae las bebidas y para mí buena suerte no podía ser otro que Mario. Intercambiamos una mirada pícara y se retira para atender a otros clientes.

La tarde se fue de prisa con tantas risas y bromas y llega el momento de volver a casa de Lucas.

Por el camino pienso en cómo llevar a cabo mi plan cuando él me suelta un: muero por repetir ese beso. Me detengo en la calle y me aseguro que no estoy soñando, me toma del brazo y se apresura para llegar.

Su madre nos está esperando con una cena deliciosa y por ser algo tarde nos sentamos a la mesa él y yo solos. Comemos en silencio e intento no hablar para que la situación no sea aún más incómoda, aunque noto como Lucas me clava la mirada.

Después de la cena armamos una guerra de espuma mientras intento fregar los platos sucios. Nos encanta jugar, pero yo siempre me paso y lo dejo empapado.

Entra al baño con su Rock a todo volumen y se mete en la ducha, yo termino de fregar y secar el desastre que hicimos.

Tomo mi cepillo de dientes y entro al baño; como soy una vaga de manual me recuesto a la pared mientras me cepillo y quedo justo frente a la ducha. De pronto Lucas abre la cortina y mis ojos casi salen de sus órbitas, no puedo creer lo que he visto. Rápidamente se tapa con la toalla y me giro hacia el lavamanos como si no hubiera pasado nada, termino mi cepillado y salgo de ahí.

Entro a la habitación, me pongo una sudadera, me acuesto en la cama y hago como que estoy dormida para evitar hablar de lo ocurrido. Al final el sueño me gana y pasa con tranquilidad la noche.

(...)

Abro los ojos en la oscuridad, no tengo idea de que hora es, pero por una rendija de la ventana del cuarto entra un rayo de luz así que ya ha amanecido. Por suerte hoy es viernes así que puedo estar todo el día en la cama.

Lucas está profundamente dormido y tiene una pierna sobre mí, así que no logro levantarme. Como puedo agarro la mochila, busco el teléfono en el fondo y lo enciendo.

Tengo treinta llamadas perdidas de mi madre, sé que debe estar trepando por las paredes súper preocupada, pero no puedo decirle donde estoy. Entro al WhatsApp y como de costumbre dejo un estado de: -Buen día pueblo. Hay varios mensajes en el chat, pero me llaman la atención solo dos: uno de Ana que quiere que vaya a su casa en la tarde y otro de Mario.

Me resulta extraño que él me escriba, pero no le doy mucha importancia. Me pongo a mirar estados y entra una llamada: - ¿Mario?

Gracias a los que han leído hasta aquí. Es bonito sentir ese apoyo tan cerca :)

¿Alguien imagina que quiere ese chico con Irina? Jjj

                 
                                                                                          

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