Poder Traslucido

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Iris manejaba a la carreta a toda velocidad, se le hacia muy divertido asustar a sus pasajeros quienes estaban aterrados pensando que en cualquier momento caerían en un barranco.

- ¿Se están divirtiendo? - gritó la pelirroja sin mirar atrás. Ninguno de los dos pudo contestar puesto que hizo la careta se mueva a la derecha al girar en una curva, provocando que Abril empujará a Max a un lado.

- Perdón - llegó a decir mientras este se levantaba.

- Lamento no tener nada para que se sostengan pero... - ambos chicos levantaron la vista - ¡Ahí viene una bajada! - la pelirroja gritaba de la emoción mientras se escuchaban los gritos agudos y atemorizados de Abril y Max. - ¡Qué bien! Eso fue muy rápido - mencionó mientras bajaba de la carreta - tardamos menos de 15 minutos.

Iris dejó de hablar atando su caballo a una valla que se encontraba en la entrada del pueblo.

- Iris recurdame nunca más dejarte manejar

- ¡Ni lo sueñes Max! Mi carreta, mis reglas - la pelirroja lo amenazó mientras empezaba a caminar sin avisar en señal de que la siguieran.

El pueblo de Monte Hermoso estaba ubicado en un valle entre dos colinas no muy altas, sus habitantes parecían ser muy amigables, de la clase campesina que se mantenía vendiendo productos en la calle principal. Ese pueblo parecía estar mucho más colorido que Árbol Central, en comparación de esto hacía que se viera como un simple pueblo de guerreros en medio de una guerra.
Monte Hermoso era el típico lugar donde todos se conocían y se llevaban muy bien entre sí, ojalá fuera así en todas las aldeas.

Iris se dirigió a una casa de piedra donde se escuchaban unos golpes contra algún metal - Hola Gaspar - el herrero de unos cuarenta años que se encontraba en el interior de la casa estaba creando una espada de plata bellísima, el hombre reconoció a la chica al instante y la abrazó con todas sus fuerzas.

- ¡Iris! - la soltó - ¡hace tiempo que no te veía!

- Es tu culpa, hace tiempo que no vuelves a tu herrería.

- Estuve ocupado sobrina, de alguna manera debo conseguir mis materiales - Iris sonrió.

- Me alegra de que estés en casa - la chica golpe el hombro de su tío con cariño.

- ¿Y qué haces aquí? - preguntó continuando su vista en el trabajo.

- Pues vine con mi amigos a buscar al señor Hernesto.

Gaspar observó a ambos chicos con dureza.

- ¿Un marea? - preguntó acercándose a Max.

- así es señor - respondió confíado.

- Qué raro que estés perdiendo tu "preciado tiempo"

Max lo miró confuso.

- Esos marea siempre pensando en cómo lucir mejor con sus poderes. - Gaspar dejó de hablar alejándose del chico y volviendo a golpear el metal. Iris miró a Max algo sorprendida, esperando alguna otra cosa de su tío.

- Si quieren encontrar a Hernesto vayan a lo más alto de la colina, allí lo hayaran con su discípulo.

- Gracias tío, volveré otro día - Iris omitió preguntar por lo que dijo sobre los marea.

- Un gusto pequeña, saluda a tu madre de mi parte - Iris asintió con la cabeza saliendo del edificio acompañada por sus amigos, Gaspar miraba de mala gana a Max quien se alejaba mirándolo sin entender.

- Iris ¿qué quizo decir tu tío? - ambos chicos la seguían caminando apaciguadamente por un camino de tierra que conducía a la colina.

- ¡ah eso! - afirmó Iris desanimada - a mi tío no le agradan los marea, bueno... A cierta parte de la población no les gustan porque dicen que son muy egoístas y que piensan en uno antes que los otros - Max bajo la cabeza desanimado - pero no les hagas caso, están tristes por las pérdidas de sus aliados...

Refugio ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora