06 | De eso se trata el trabajo.

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Inesperadamente, me quede dormida después del espectáculo de terror que provocó los efectos del estrés. Era relajante que pudiera encontrar un poco de paz en una taza de té, sentía que podía recuperar algo de normalidad en lo que quedaba de la noche.

No. Era una mentira.

Era una vil y asquerosa mentira. ¿A quién trataba de engañar? Hace mucho tiempo que perdí el control de mi vida, mi vida jamás volvería a ser normal. Lo que me comía por dentro era el hecho de que no podía aceptar mi vida y mi falta de control. Lo único que podía darle el valor, las ganas e incluso tranquilidad de su ser era una botella de alcohol.

Vodka. Mentiría que sólo por esa noche necesitaba la ayuda del vodka para poder callar las voces de su cabeza, de dejar de sentir pena y dolor. La botella de vodka lista en la alacena junto a los vasos de cristal me delataría. Lo único que estaba siempre ahí y para mí, al parecer.

Era decepcionante y humillante pensar que vivía en una ilusión entre las paredes de este apartamento. No puedo creer que no pueda ser un ser humano funcional e independiente, de ser una hermana responsable y ejemplar y sobretodo, un modelo a seguir como atleta. Sentía celos de todas las atletas que llevaban bien eso de la atención y presión, porque yo sólo consiguió ansiedad y depresión siendo débil.

Puedo emborracharme para escapar de esos pensamientos tóxicos... aunque sea un momento.

Así como también me deshice de la televisión cuando quise escapar de las críticas y especulaciones, y me puedo deshacer del celular si quisiera escapar de las insistencias sofocantes. No necesitaba hacer mucho para evitar los problemas, y eso en cierto sentido, me frustraba y me daba paz.

Entre sueños me pregunté: ¿Qué brillante futuro ven todos que yo no puedo ver?

Y claro, cuando desperté, la culpa cayó sobre mí al notar que Vera había preparado el desayuno e incluso había recibido la correspondencia del día.

— Buenas noches, ______. —Vera dice mientras posicionaba unos platos en el comedor frente a la cocina— ¿Cómo te sientes? ¿Aún te duele el estómago?

— No, me tomé una pastilla en la noche y me fue bien. —contrario a lo que esperaba, no hubo reproches o entrevista minuciosa sobre lo que pasó en la madrugada. Significaba que su hermana no pensó mucho en lo que pasó, así que no dejaría pasar la oportunidad de enterrarlo en el pasado.

— Pero si te ves horrible. —replicó Vera, y sentí como si ahora se tratara de probar mi humor.

— No tan horrible como la baba en tu cara. —posé mi dedo en un rincón de mi boca, tratando de indicarle dónde estaba el rastro blanco y seco en su propio rostro.

— ¡No es cierto! —me gritó y al mismo tiempo llevó sus dedos al lugar dónde le indiqué para frotarse frenéticamente, notando como efectivamente los rastros secos quedaban en sus yemas— ¡Cómo sea! Tenías mucho correo atrasado en la entrada y el dueño del edificio me los vino a entregar.

— Qué raro. —inspeccioné los sobres de reojo, se veían demasiado aburridos como para leerlos atentamente uno por uno— Él nunca viene a dejar correo a las unidades, es más, nunca lo he visto ser amable de... por... si— pensándolo bien, es muy extraño que el señor se ofreciera a entregar cartas triviales a un residente. No, él siempre venía a advertir del pago de las rentas.

¡El último pago del apartamento! ¿Cómo se le pudo olvidar por completo?

Sí, por supuesto. Ahí entre los sobres se encontraba la carta de aviso del dueño para terminar de pagar el apartamento. Y por supuesto, después de estar ausente por unos meses por estar sumergida en sus estudios universitarios y la cirugía olvidó por completo que debía pagar el último depósito.

«Everything» Yuri Plisetsky x lectora [EN EDICIÓN] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora