Tuve la creencia más firme de mi vida cuando nos miramos. Cuando nuestros ojos se conocieron por primera vez, y nos reímos en la cara de nuestros ancestros que creyeron haber descubierto el fuego.
¿Quién podría haber acertado (o aceptado) si iba a ser infinito, con esos ojos tuyos siendo la falacia más grande?
El paso de los daños no me hizo más fuerte, simplemente más indiferente.
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Cartas que no son cartas, para nadie.
PoesíaA veces escribo cartas; pero nunca sé a quién.