Debora iba y venía nerviosa por la sala de espera del hospital. Beltran, David e Sophia hablaban en una esquina en voz baja con gesto preocupado. Cerca de ellos estaba de pie, con mirada dura y gesto impenetrable, el comandante Macario Valdés, el padre adoptivo de Juliana. Y junto a él, Valentina, sentada con los codos apoyados en las rodillas y la cara enterrada entre las manos. Una venda le cubría el bíceps izquierdo.Hacía una hora que Juliana había llegado a urgencias en estado crítico y ahora estaba siendo intervenida para extraerle la bala y recomponerle la arteria dañada. Había sobrevivido al traslado del hospital gracias a la transfusión inmediata que le hicieron en la propia ambulancia.
Un médico entró en la sala y todos los que estaban sentados se levantaron como un resorte. Macario se adelantó para que le hablara a él.
—La operación ha ido muy bien. Está estable. Aún está sedada, pero ya ha salido de peligro.
Todos respiraron con alivio. Valentina se dejó caer en el asiento y de nuevo se tapó las manos con la cara para esconder unos irreprimibles sollozos de desahogo.
En la sala de reanimación, Juliana abrió los ojos. Y lo recordó todo. Inmediatamente supo que estaba en un hospital y que había sobrevivido. Se sentía adormecida y aturdida por los efectos de la anestesia, pero sentía, y unas lágrimas recorrieron sus sienes: estaba viva. Una enfermera se dio cuenta y se acercó a ella.
—Acabas de despertar de la sedación... ¿sabes dónde estás?
Juliana asintió. Le dolía la garganta, había estado intubada y sabía que le iba a costar hablar. La enfermera le sonrió amable.
—La operación ha ido perfecta, te pondrás bien.
***
Ese día permaneció en observación y sólo dejaron pasar a verla a dos personas, Macario y Debora. Valentina se marchó a casa y regresó a la mañana siguiente, cuando ya estaba en planta.
Juliana se había pasado toda la noche en una especie de duermevela. Tenía la sensación de que su cabeza no había parado de pensar y pensar sobre lo ocurrido. Lo recordaba todo de forma nítida: la pistola en la sien de Valentina, el terror que sintió cuando escuchó el disparo mientras sus cuerpos caían al suelo y esa bala no la recibía ella... Y recordaba el alivio al comprobar que sólo había rozado el brazo de Valentina. Y recordaba el "te quiero". Lo sentía así en aquel momento y también ahora, pero entonces creía que iba a morir desangrada en minutos y que esa iba a ser su única oportunidad de decírselo. Y ahora se sentía una tonta. Creía que Valentina tuvo que alucinar. Debió de pensar que era una loca enamoradiza. Ya la había llamado "dramática" en alguna ocasión. Definitivamente, se había precipitado. Era una bocazas. Seguro que la había pasmado... Además de estos reproches, sus pensamientos también habían divagado alrededor de otra cosa más importante que una confesión de amor a destiempo: tenía la convicción de que ponía a Valentina en peligro estando con ella. No podía permitir que le pasara lo mismo que a Kate. Beltran le había dicho en alguna ocasión que le gustaba cómo la investigadora se desenvolvía en el trabajo de campo. Estaba convencida de que volverían a reclamarla para trabajar con ellos, que aceptaría entusiasmada, que ella acabaría cediendo ante sus peticiones y que, finalmente, la contagiaría con su escasa percepción del peligro potencial de las situaciones. Y no podía caer en la trampa, no podía permitírselo. El amor le afectaba a su trabajo, a su criterio y, sobre todo, ponía en peligro a una civil que le importaba demasiado. Vivir sin amor era mucho menos doloroso, mucho más seguro en todos los aspectos, mucho más seguro para Valentina. Tenía que volver a vivir sin amor, tenía que apartar a Valentina.
—Hey...
Valentina la saludó desde la puerta de la habitación. Traía un enorme ramo de flores.
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Ley & desorden (Juliantina)
FanfictionValentina Carvajal es una investigadora privada impulsiva, testaruda y extrovertida. Juliana Valdés es una detective de homicidios racional, paciente y reservada. Estos dos polos opuestos cruzan sus caminos cuando la rica familia McAdams, cuyo hijo...