C-23 POSIBLES COLABORADORES

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El fin de semana había sido como una luna de miel. Pasaron todo el domingo juntas. Pero por la noche Juliana decidió que ya era hora de volver a su casa, además, tenía que descansar si quería ir a trabajar en condiciones. Había hecho mucho ejercicio y necesitaba dormir una noche completa para encarar la semana. Y con Valentina a su lado sabía que eso iba a ser imposible.

El lunes Juliana apareció en la comisaría con energías renovadas. Ya no era el espíritu apagado que había regresado de su mes de baja, ahora desprendía luz, y su habitual gesto serio y pensativo se había suavizado.

—Buenos días, Valdés —la saludó David—, hay novedades.

La detective, que aún no había llegado a su despacho, la invitó a entrar.

—¿Es sobre el caso Soul?

—Sí. Los informáticos han detectado una incursión en el sistema operativo de sus teléfonos móviles, por lo que puede que hayan podido detectar las escuchas.

—Ya... Y si saben que los tenemos intervenidos, es una vía muerta...

Beltran llamó a la puerta y entró.

—Buenos días, Juliana, ¿ya lo sabes?

—Sí.

—Sólo nos queda el registro de sus despachos y la incautación de los ordenadores.

Juliana se sentó en el sillón visiblemente contrariada.

—Ya saben que vamos a por ellos. Serán precavidos a partir de ahora. Cuando lleguemos ya no quedará nada por lo que inculparles.

—Siempre queda algo —dijo Beltran.

—No siempre. Están bien organizados y son precavidos. Estamos jodidos.

La detective se llevó dos dedos al entrecejo con preocupación. Todo el caso se desmoronaba.

Las siguientes horas estuvo repasando en el despacho las escuchas que había recopilado hasta ese momento, pero no encontró nada relevante aparte de la mención de Little W. en un par de ocasiones. Le encantaría poder contratar a Victoria para que hackeara sus ordenadores ya, pero, por ser ilegal, sabía que una legión de abogados echaría por tierra cualquier dato extraído sin orden judicial previa.

Estaba en la sala de descanso tomando un café e inmersa en estas divagaciones cuando Valentina entró con el semblante serio. No la esperaba, así que le sorprendió verla allí.

—Hola... ¿Ocurre algo?

—¿Hay algún sitio donde podamos hablar a solas?

—En mi despacho.

—Más a solas.

Juliana empezó a preocuparse.

—No quiero que nos vea u oiga nadie, es importante. Tengo que enseñarte algo.

—Hay un almacén que nadie usa...

—¿Hay cámaras?

—No.

Juliana no entendía a qué venía tanta discreción.

—Ven, está por aquí.

La detective dejó su café a medias y salió de la salita seguida por la investigadora. Al llegar al almacén, llamó a la puerta.

—¿No decías que nunca entra nadie?

Juliana estaba pensando en aquella ocasión cuando pilló a Kevin y Michael besándose.

—Bueno, casi nunca... es que... luego te lo cuento.

Nadie contestó al otro lado de la puerta, así que entraron. La investigadora se aseguró de cerrar bien la puerta tras ella.

Ley & desorden (Juliantina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora