[Capitulo 7 p.4]

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Su pecho ya no subía, sus dedos ya no se movían...Kara vio rojo, el dolor que la atravesó fue tan intenso, tan... doloroso. Fue como una espada que se hundió en su corazón y derrumbó lava caliente sobre sus venas. Cómo si el infierno fuera la tierra y ella la prisionera del tormento.

Su cabello rojizo cayó por sobre sus ojos como el velo de una cortina escondiéndose de la luz en la medianoche, porque su mejor amigo se había ido por su culpa y solo la suya. Si ella hubiera sido mejor, entonces el no habría... debió ser ella y no él. ¿Cómo fue ella su mejor amiga? ¿Cuándo solo pudo sostener su mano en su final? ¡No! No se suponía que sucedería así. Ella falló, tal como les falló a todos.

Su corazón se estrujó tan fuerte sobre su pecho como si un puño lo exprimiera en la fuerza de mil bestias descorazonadas. El dolor, la furia, la tristeza, la decepción. Todas las emociones más profundas de un ser humano se agitaron en su ser como un vértigo maremoto que hunde la península abandonada.

La vorágine de la tormenta se efectuó en el corazón de la infame. El fuego incandescente de su ser ardió como mil soles en la constelación copiosa. Su mente se abrumó en pensamiento irracionales, colmándose de medidas desventuradas.

Se vio a si misma en el núcleo de su propia tormenta, su propio ser que se consumía a si mismo en nuevo ciclo. Su alma siendo arrastrada por escabrosas tierras en la brumosa niebla de nuevos recuerdos de un espejo que tal vez conocía, pero que nunca vio al espectro que vagaba en la montaña rusa de corazón agitado. Mientras que sus ojos tal cual azules siempre fueron gemas preciosas que se troncharon en múltiples pedazos irrisorios.

Pedazos que se rompieron y se armaron para volver a ser pequeñas piezas insignificantes. Aunque ella no lo sabe el espectro que siempre la asecho era ella, una parte de sí misma que desconoció. Porque su alma no era solo suya, su cuerpo no solo le pertenecía. Es la parte adjunta de un ser incompleto que anheló un propósito y tuvo un deseo. Un anhelo desesperado que no vio sangre en su último respiro, sino renacer del alma que no pudo morir y ser juzgada en el juicio del Dios que los hombres creían.

Cuando las murallas del castillo cayeron, la esfinge cobro vida para decapitar a los intrusos que la cruzaron. El azul cielo que vió las mareas se congeló en glaciares, del frío que solo se encuentra en el extremo de las montañas. Abrió su alas y agito los vientos como dos crueles espadas que golpeaban el aire en cuchillas cortadas. Y ella abrió los ojos azules que alguna vez le pertenecían para ver el mundo con sus ojos.

" Aaaaaaaaaaaahhhhhhh" Ella gritó con dolor y sostuvo su cabeza entre sus manos porque dolía demasiado. Sus rodillas doblaron por el dolor inaudito que zumbo en su cabeza.

El dolor no fue gentil en su reproche. Mientras que su mente atormentada solo pudo ser una bruma de recuerdos galopantes que la sobrecogieron.

Cuando terminó, dio un salto alto con el impuso del viento que golpeó el suelo en su elevación, la barrera ya no estaba y sus enemigos que se cernían fueron observados por sobre sus cabezas por los ojos divinos que escrutaban sus almas, como pequeñas cosas miserables.

" No merecen vivir en este mundo" Nadie a parte de ella logró escucharlo por la altura, pero sus ojos implacables eran los ojos de la muerte que los reclamaba. Extendió los brazos hacia adelante y pronunció :" Shinra Tensei (Impulso Todopoderoso)

La explosión se desató sobre el pequeño grupo de shinobi que solo pudo mirar con los ojos abiertos antes de ser eliminados. El viento se levantó consigo llevándose varios árboles y trozos de tierra, una fuerza austera que explotó en la orden del poseedor de Rinnegan.

Después de unos segundos solo quedó un gran cráter, la marca de un desastre imperioso. Lo que alguna vez fue las arboledas y el suelo, solo puede ser apreciado como el recuerdo y la destrucción de lo que se llevó.

El ascenso del Clan Uzumaki Donde viven las historias. Descúbrelo ahora