Prólogo - Es ineludible

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A veces cuando el sol parte, se tiñe del color del exilio y el cielo viéndolo partir refleja –un tanto en promesa, un tanto en dolor– la despedida. El dominio de dos reyes sangra. Al ver los cielos enfurecidos el pecho de Ren se estremeció mientras caminaba a la estación de tren junto a su mejor amigo. Aquella tarde ese rojo les cubría.

Kouta parloteaba sobre las clases de la mañana.

–¡Ah hombre! Matemáticas fue un delirio.

–Uh-hum.

–La profesora habló tan despacio que cerré los ojos unos segundos y al abrirlos la pizarra estaba llena de números y letras. ¡Fue por unos segundos y puf, ya no entendía nada!

–Uh-hum.

–En serio, ¿por qué juntan letras y números? Las letras no se pueden sumar ¡es simplemente imposible!

–Uh-hum.

A este punto cualquiera que reciba una respuesta llenos de "Uh-hum" voltearía a ver; y eso fue lo que hizo. Ren permanecía con la vista al cielo y los hombros caídos.

–En el receso vi a una ardilla –dijo esperando que su amor por los animales lo trajera de regresó.

No funcionó. Sus mechones largos cubrían su frente y caían a los lados, el aire los mecía sin prisa y en los breves lapsos en que sus ojos se descubrían, Kouta veía a través de su inexpresivo rostro. Mientras su cuerpo parecía relajado, sus ojos iban al cielo, perdidos en un lugar que no podía ver, más allá de las nubes, y dejaba una sombra de melancolía.

Odiaba verlo con una mirada triste.

–Y me la comí –prosiguió–, es obvio que tuve que freírla primero, nadie la comería cruda.

–Uh-hum, es obvio.

Colmada la paciencia se arrojó a Ren y alborotó su cabello como si quisiera que prendiera fuego.

–¡Ah! ¡Basta, basta!

Lo soltó satisfecho y con brazos cruzados.

–Listo.

–¿Listo qué? ¿Dejar mi cabello como un nido para aves?

–¡Es tu culpa! Estabas más perdido que yo en matemáticas.

Ren acomodaba su nido.

–Por favor nadie puede estar más perdido que tú en matemáticas –murmuró, pero Kouta le escuchó y se le aventó de nuevo.

Terminada su travesura y con Ren puesto sobre la tierra como un nido andante, Kouta siguió hablando.

–Escuché que el presidente de la clase fue a verte.

–Ah sí, quería que me uniera a un club.

–¿De nuevo? Entiendo que estés ocupado con tu trabajo, pero un club es más que actividades, podrías...

–No me uniré al club de futbol.

–¿Cómo lo supiste?

–Me llevas invitando desde que te conocí. De hecho, fue lo primero que dijiste al conocerme.

–Una invitación menos, una invitación más, ¿quién las cuenta? ¡Vamos! Será divertido, hasta tengo un par de uniformes extras.

Kouta se puso en frente y fingiendo inspeccionarle dio vueltas a su alrededor.

–¿Fuiste tiburón en tu otra vida? Deja de rodearme así.

Kouta comprobaba el ancho de su brazo.

Mahou no michiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora