III
“Cuatro, tres, dos, uno”
Una voz hueca que hacía eco en toda la nave, culminaba una cuenta atrás programada demasiado tiempo atrás. Cuando la masa del aparato comenzó a invadir la atmosfera del planeta desconocido, un fuerte temblor asustó a los pasajeros que rápidamente, y por puro instinto, se metieron en las capsulas de seguridad. En caso de emergencia, estas les lanzarían al vacío en un último intento por salvar sus vidas.
Los clones poco podían hacer para controlar el descenso. Permanecieron firmes en sus posiciones y mantuvieron el sistema en funcionamiento para que este no fallase. De capitanes y héroes, los pioneros reconocían en el hueco de sus mentes su último sacrificio en esta vida. Sólo tenían que aguantar hasta aterrizar la nave. Después se les permitiría morir y así descansar en paz.
Aunque se trataba de cuerpos diferentes, en su interior aún podían reconocerse como las copias de sus originales. Recuerdos fugaces les atormentaban durante cortas pesadillas, sonrisas de seres olvidados rondaban por sus diezmadas memorias, su dolor se mezclaba con la euforia de los momentos felices, pero no eran capaces de distinguir la diferencia ni de procesar la información. Conocían su propósito y sabían de la importancia de su misión, aunque ya estaban cansados y deseaban terminar con su necesaria, pero mísera existencia.
El fuego abrazó la nave transformándola en una bola ígnea que cortaba el cielo como una espada divina. Las incontables miradas de los seres vivos que habitaban el planeta, se alzaron y observaron cómo el día se cortaba en dos, dejando una estela de humo negro tras de sí. Cinco minutos después, cuando todo había acabado, esos mismos seres continuaban con sus quehaceres habituales con ademanes de indiferencia, no porque se consideraban superiores a cualquier acontecimiento, sino porque su inteligencia no les permitía analizar la importancia de la situación.
*
Los clones comprobaron que todo estaba en su sitio y aseguraron la nave sobre suelo firme. Uno de ellos midió los niveles de oxígeno y demás gases que componían la atmosfera del planeta, mientras los demás ayudaban a los nuevos humanos a salir de las capsulas de seguridad. Con mucho cuidado y mimo, como si de un tesoro de incalculable valor se tratase, condujeron a los nuevos pobladores hasta el exterior de la nave y les mostraron el nuevo mundo.
El verde profundo, color del que no estaban acostumbrados, atravesó sus corneas e impregnó su imaginación con el sentir de la esperanza. El olor a metal y cerrado se vaciaba de sus pulmones a través de sus fosas nasales, para ser sustituido por las fragancias de las flores, los árboles, la hierba y hasta de los excrementos de un animal desconocido. La luz del sol enseguida se estampó sobre la pálida y delicada piel, y el viento les desconcertó. ¿Cómo era posible que pudieran sentir algo que no podían ver?
Para sorpresa de estos, los clones muy pronto comprobaron que los nuevos humanos eran demasiado primitivos para asimilar la ingente cantidad de información que debían procesar para poder colonizar el planeta rápida y eficazmente. Ya no les quedaba tiempo. Aunque quisieran clonarse de nuevo puede que sus copias fuesen inútiles.
Máquinas, herramientas, información, registros y los secretos tecnológicos de toda su civilización. Llamaron al nuevo asentamiento Paraíso en honor a la nave que les transportó hasta ahí. Cortaron enormes bloques de granito con fundidores laser y levantaron murallas tan altas como los árboles de los alrededores, tallaron su historia en ellas y dividieron el interior de las murallas en aposentos y zonas comunes, igual que los edificios de su planeta natal; registraron los alrededores y comprobaron que no existían peligros fuera de lo común. Sólo animales salvajes y plantas venenosas con las que los nuevos humanos debían aprender a convivir y a manipular.
Poco tiempo les quedaba a los clones. Los nuevos humanos ya sabían todo lo necesario y de no ser así, tendrían que aprender ellos solos. Pero la supervivencia de la especie dependía de muy pocos y por eso decidieron iniciar de manera simultánea el plan “B”.
YA DISPONIBLE EN AMAZON POR 0,89 €
En el año 66 d.C. Judas de Galilea encabezó un alzamiento contra los romanos y reclamó el reino de Judea. Fue entonces cuando decidió enviar a su hombre de confianza en busca de la reliquia con la que sería coronado rey. La primera corona.
Puedes ver el video aquí:
http://www.youtube.com/watch?v=ngdZVTPvRm0&feature=youtu.be
Y no olvidéis de votar si os ha gustado lo que habéis leído… Gracias a tod@s por leer…
ESTÁS LEYENDO
Proyecto: Adán y Eva
Science FictionRelato de ciencia ficción y misterio. Cuando miramos hacia el cielo en busca de la benevolencia divina, escrutamos los misterios de la naturaleza en busca del saber que nos identifica como seres humanos y nos representa como tal.