Proyecto: Adán y Eva - Capítulo IV (4)

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IV

En el planeta natal, antes de su partida, se crearon dosis de ADN reforzado para que una vez asentados, y si se considerase necesario, ese ADN fuese inyectado a una especie animal autóctona que reuniese los requisitos necesarios para su posterior evolución hacia un ser más inteligente. No se trataba precisamente de repoblar el nuevo planeta, pero sí de ayudar a que el ADN de su especie perdurase pasara lo que pasara.

Los clones restantes, doce en total, se despidieron de los nuevos humanos y tomaron doce caminos distintos. Su objetivo era el de encontrar un animal que cumpliera con los requisitos y ya de paso poder morir. Fuese en paz, luchando o perdidos en un bosque o selva, los clones decidieron que esa iba a ser la forma con la que dejarían libre por fin, el alma de su original que tanto atormentaron durante todo este tiempo.

Los nuevos humanos no volvieron a saber nada de los clones, ni tampoco si tuvieron éxito en su misión. En su honor levantaron monumentos y esculpieron sus caras en la dura roca; crearon leyendas sobre su existencia y contaron cuentos a sus descendientes.

*

Conforme pasaban los años, las nuevas generaciones iban ocupando el lugar de las viejas y el entorno se moldeaba. Paraíso se había convertido en una pequeña ciudad y había llegado el momento de construir nuevos asentamientos en lugares menos conocidos.

Se formaron doce grupos, en honor a los primeros repobladores, y se repartieron las herramientas que aún funcionaban. Copiaron el conocimiento adquirido en tablillas de arcilla, menos resistente pero más fácil de producir, cargaron con provisiones, se despidieron de sus hermanos y se lanzaron a la aventura.

Doce caminos diferentes que conducirían a doce resultados distintos, que a su vez influirían de una forma maravillosa en el desarrollo de la nueva humanidad. Desde las llanuras más accesibles, hasta las montañas más escarpadas, y desde los inmensos océanos hasta los largos ríos que cortaban la tierra relamiendo su superficie, el nuevo humano se asentó y se multiplicó. El plan de los antiguos resultó ser un éxito.

*

Al poco tiempo de expandirse, los nuevos humanos se toparon con una especie muy similar a la suya, aunque diferente. Nada tenía que ver con los doce iniciales de los que hablaba su historia y las leyendas, y tampoco eran exactamente como ellos. Se trataba de unos seres curvados, con pelo en el cuerpo y morro pronunciado hacia fuera. Caminaban erguidos y portaban lanzas, vestían con cueros y se comunicaban entre sí con simples gestos y desconcertantes sonidos.

Son los hijos de los doce

A esos seres completamente primitivos se les concedió el título de hijos de los dioses, y fueron acogidos por los nuevos humanos como parte de ellos mismos. Por fin los pobladores se encontraron con los locales y empezaron a convivir. Estos últimos se entusiasmaron al percatarse del gran poder que ostentaban los pobladores, y aunque ellos, a lo largo de los años, insistieron en enseñarles que no eran dioses, sino simples mortales, los locales no dejaban de venerarles y de tratarles como tal.

Fue entonces cuando comenzó una relación que se podría calificar como de padre e hijo, aunque a veces los sentimientos llegaban a transformarla en algo mucho más íntima.

Poco a poco, una nueva generación surgió gracias al amor y la comprensión de las dos especies. La nueva esperanza, como muchos la calificaron.

YA A LA VENTA

En el año 66 d.C. Judas de Galilea encabezó un alzamiento contra los romanos y reclamó el reino de Judea. Fue entonces cuando decidió enviar a su hombre de confianza en busca de la reliquia con la que sería coronado rey. La primera corona.

Puedes ver el video aquí:

http://www.youtube.com/watch?v=ngdZVTPvRm0&feature=youtu.be

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