Capitulo 5

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El Conde no se demoró mucho a la hora de llevar a cabo su plan. A la mañana siguiente, miles de carteles empapelaban la ciudad. Decían así:

´´Yo, el Conde de Mallona, legítimo dueño de estas tierras, llamo a reunión a todos los jóvenes del reino, sea cual sea su posición social, entre 17 y 20 años. Este acto se celebrará en mi castillo, a las 16:30 de la tarde. Una vez reunidos todos los jóvenes, elegiré a uno entre todos, el muchacho al que yo considere adecuado para una misión Real. Los demás deberán retirarse inmediatamente. El aspecto físico influirá en mi decisión, así que, si quieren que los escoja, vengan presentables. Y sean puntuales. ’’

La gente no tardó en cuchichear acerca del asunto. << ¿Una misión Real?>> << ¿De que se tratará?>> <<Quizás tenga que ver con esos piratas…>> << ¿Habrá recompensa? No nos vendría mal algo de dinero…>>

A nadie le venía mal dinero, si es que había recompensa. La población, ya de por sí, era bastante pobre. Y ahora que habían sido desvalijados por los piratas… muchos morirían pronto de hambre, a causa de su falta de recursos.

Esa misma tarde, todos los jóvenes entre  17 y 20 años se encontraban en el castillo, sin excepción.

Los presentes fueron acomodados en un gran salón, con muchísimas sillas. Quizás habría 300 sillas, cuando los muchachos apenas eran 150.

El salón era tan grande como 2 campos de fútbol, o quizás más.

De las paredes colgaban tapices carísimos (caprichos del Conde, casi seguro); del techo, colgaba la lámpara de araña más espectacular que muchos de los presentes habían visto en sus vidas. El suelo era entero de mármol blanco. Dos supremos ventanales se encontraban en una pared, abiertos de par en par. La estancia estaba bastante luminosa.

Como  bien decía la carta, en el salón se encontraban muchachos de todas las clases sociales: jóvenes de buena familia, hijos de marqueses, bien arreglados, con sus esplendorosos trajes;  hijos de doctores, matemáticos, físicos, profesores, con sus fracs; e hijos de campesinos, que habían ido lo mejor vestidos posible (que no era mucho, con camiseta blanca y pantalones marrones, la mayoría). La higiene de estos últimos era mínima, pero sus familias no podían permitirles más.

 Algunos jóvenes empezaron a conversar. Los de clase alta fingían no reparar en la presencia de los de clase baja. Eran pobretones, hijos de campesinos. Y ellos jamás hablaban con hijos de campesinos.

Sin embargo, las dos clases restantes charlaban animadamente.

-          ¿Qué creéis que será esa misión Real?- Decía uno.

-          Quizás tenga que ver con los piratas, los que saquearon el  pueblo.-Le respondía el chico de al lado.

-          Já. Mira… Esto…- otro chico entró en la conversación.

-          Matías. Matías Clare. [*se pronuncia Cleir*]

-          Bien, Matías. Te diré una cosa –izo una pausa para incrementar la impaciencia de los que presenciaban la conversación. Miró a Matías con los ojos vidriosos y una sonrisa torcida- El Conde no se atreverá a tocarles un pelo a los piratas. ¿No has oído los rumores?

Matías negó con la cabeza.

-          Dicen que los capitanea la persona más astuta, inteligente, y despiadada que ha visto el Mediterráneo. – Dijo, sombríamente.- Elaine Broke

-          Quizás sea verdad, pero mi hermano me enseñó en no creer en los rumores. - ''Por cierto, ¿Dónde se habrá metido? Ya tendría que estar aquí…’’

-          Tú eliges lo que quieres creer, muchacho…

Ambos apartaron la mirada el uno del otro.

 Los Clare era una familia de clase medio-baja. Eran una excepción.  5 hijos, 2 chicos y 3 chicas. Los chicos, Matías y William, de 17 y 19 años; habían sido llamados a la reunión, pero William no aparecía. Y Matías estaba preocupado. Las chicas, Rose, Lilian, y María, tenían 21, 13, y 9 años, respectivamente. Casi siempre se quedaban en casa, cuidando a su madre, que se encontraba muy enferma. El padre, de los chicos, el Señor Clare, era profesor, pero no le pagaban mucho. Todas las personas de la familia, con excepción de Lilian, tenían el cabello castaño y los ojos verdes. Lilian tenía el cabello rubio y los ojos azules.

‘’Vamos, Will’’ Reflexionaba Matías. ‘’Esto va a empezar ya’’

Y efectivamente, el reloj de una catedral cercana, toco las cuatro y media.

‘’Vamos Will…Venga, que te dejan fuera’’

Todos se encontraban sentados y callados cuando el Conde entró con sus altivos andares en la sala. No se había retrasado ni un minuto. Sus inescrutables ojos recorrieron las caras de todos los jóvenes. Algunos incluso se sintieron intimidados ante su acusadora mirada.

-Bien.- Dijo, lentamente, situándose ante todos los chicos- Empecemos.

Traicionando al marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora