Papá

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El hombre arrodillado enfrente era idéntico a él, tenía sus mismos ojos, cansados y un poco envejecidos. Sus cabellos eran del mismo color, solo que, mientras que a ese hombre le habían empezado a crecer las canas, los cabellos de Jimin permanecían quebradizos y secos. 

Jimin miró atento al hombre, y la forma en la que él lloraba, aferrándose a ambas de sus manos, le era como si le atravesaran el corazón con una lanza. 

 Su rostro era un desastre, lloraba y lloraba sin parar y las lágrimas le bañaban las mejillas.

 ―Jimin ―chilló apenas, y levantó una de sus manos para acariciarle una de sus lastimadas mejillas―. ¿Qué fue lo que hizo? 

 Jimin levantó la mirada, se obligó a tragarse el nudo que se formó en su garganta cuando observó el rostro entristecido de aquel hombre que le había dado la vida. Oh, dolía. Dolía ver a aquel hombre, que había dedicado parte de su vida criándolo, llorar de una forma tan dolorosa e hiriente. 

 ―Está bien, papá ―quiso tranquilizar, poniendo su propia mano sobre la de su padre en su mejilla―. No fue tan duro esta vez, prometo que esto va a pasar y todo volverá a ser como antes. 

 El rostro de su padre se volvió inescrutable. 

 ―¿Cómo puedes decir eso, Jimin? ―preguntó, casi atónito, porque quizá no estaba entendiendo por qué Jimin parecía tan tranquilo, y tan convencido―. ¿Cómo puedes permitir que te trate de esa manera? 

 Jimin suspiró, como quien no era comprendido. 

 ―Yoongi necesita de mí ―dijo, porque creía que era cierto, porque estaba convencido de que sus propias palabras eran ciertas― No puedo dejarlo atrás. 

 El hombre soltó un alarido, y cómo dolió. Lo vio llevarse las manos a la boca intentando tapar los sonidos de sus sollozos. Lo vio negar repetidas veces con la cabeza y lo vio encorvarse sobre su lugar. 

 ―No, Jimin ―chilló, con los ojos apretados y con el nudo atorado en su garganta―. No puedes quedarte con él. Solo tienes que mirar cómo te tiene. 

 Jimin obedeció, mirando atento sus piernas lastimadas y pisoteadas. 

 Se permitió levantar la mirada una vez más, y sus ojos se detuvieron sobre la imagen de su papá, aquel hombre que le había criado desde que lo tuvo en sus brazos. Miró atento las delicadas arrugas en su rostro propias de su vejez, se preguntó entonces si es así como luciría él cuando lograra envejecer. 

 Sonrió lleno de nostalgia al recordar aquellos bellos años. Donde la relación con su esposa era utopía, cuando sus padres eran igual de felices que él. Aquellos años tan lejanos como inciertos. 

 Pero ver a su pequeño papá tan destrozado no le era muy agradable de ver, para nada en realidad. Su pequeño y lindo padre no merecía sufrir por su único hijo. 

 ―Ven conmigo ―dijo, tomando sus manos otra vez entre las suyas, delgadas y temblorosas―. Regresa a casa, por favor. Ven conmigo y con tu papá a casa. Tienes que salir de aquí. 

 ―No, papá ―negó de inmediato―. No puedo, no puedo irme. 

 ―¡¿Por qué me haces esto, hijo?! ―gritó el hombre, destrozado, apretando sus manos entre las suyas, y soltó fuertes alaridos―. ¡¿Por qué me lastimas de esa manera?! ¿Qué hice para merecer esto? ¿Por qué no me dejas ayudarte? 

 ―Lo lamento ―Jimin sintió que le apuñalaban, las cosas que decía aquel hombre le lastimaban―. Lamento si no fui el hijo que querías que... 

 Y chilló, adolorido. El hombre se encorvó sobre el suelo como quien recibe una noticia desafortunada. Y lloró, lloró de una forma tan hiriente que Jimin pensó que le quemaba el pecho y la garganta. 

 Los lamentos de su padre eran hirientes. 

 Jimin no quería permitirse llorar en ese momento. No frente a él. 

 ―No le digas a mi padre ―le pidió, con las lágrimas acumulándose en sus ojos― Él no puede saber sobre esto, papá. No puede. 

 ―Sabes mejor que nadie que él te sacaría de aquí hoy mismo ―le dijo, con la voz temblorosa, y tosió tratando de recuperarla―. Él sería el primero en liberarte y lo sabes. 

 ―Lo sé ―Jimin sonrió con nostalgia, dejando que las primeras lágrimas se resbalaran por su rostro―. Pero mi padre estaba tan emocionado de que me casara con Yoongi, lo ama y no quiero romper esa ilusión. Aún recuerdo cómo sus ojos brillaban cuando me llevó al altar y me entregó a Yoongi, no quiero arrebatarle esa alegría ―E hizo una pausa, tragando con pesadez―. Si él se entera de todo esto, se lamentará y pensará que es su culpa que yo esté pasando por todo esto. Eso significará un verdadero tormento para mí. 

No podría vivir viendo cómo él se culpa. Porque amaba tanto a su padre, que no permitiría que se lamentara por cada cosa que él permitió.

En La Bañera [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora