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- Pues no todos los días debo estar de mal humor como tú, idiota. - atacó el pelinegro de orbes azules -

Aquellas palabras a Yamaguchi se le habían clavado en la mente por un corto segundo. No le eran dirigidas a él, si no a Tsukki, lo cuál fue peor ya que, siempre pensó que él le hacía feliz a Tsukki, pero nada de eso daba resultados. Ni siquiera le hacía sonreír, reír o sonrojarse, el rubio era una estatua amarga y de mal humor todos los días. ¿Que iba a cambiar? Nunca había sido especial y eso le había dejado bien en claro esas cortas palabras.

Siguió en su trabajo que era en ordenar sillas, aún así tuvo que fingir que estaba bien, con una sonrisa que se notaba superficial. Sin embargo, quiso ignorar las raras miradas de Tsukishima dirigidas a él, no quería preocuparlo. Si sólo pudiera ser algo para cambiar ese semblante malhumorado de Tsukki...si sólo lo mirara diferente, de una manera cariñosa y afable...

Daría todo para ser la media luna de Tsukishima Kei.

Sería un trabajo difícil, pero de verdad deseaba con toda su alma hacerle ver un mundo diferente al de orbes ámbar, que viera que sonreír no era un delito o que ser sincero con sus emociones tampoco. Que los ocultara ante él le dolía pero no podía decir nada, al fin al cabo solo eran como "compañeros" de trabajo, pero cercanos.

¿Podría lograrlo?

¿Podría hacer que Tsukishima sonriera sólo para él?

¿Podría endulzar la vida del rubio?

Sólo... Debía intentarlo.

Medias lunasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora