La luz de tus ojos

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Capítulo cuatro.

No sabía cuántos días ya llevaba allí. O dónde estaba. O quién era. Solo había visto al hombre de negro entrar y salir, hacerle preguntas y darle remedios horribles pero efectivos.

Estaba sentado en el alfeizar de la ventana mirando el jardín. Podía ver algunas personas, hombres principalmente, caminar por los caminos. No parecían enfermeros ni pacientes. Más bien, guardias.

-¿Extrañando? –escuchó una voz detrás de él.

Saltó con un grito nada masculino.

-¿Quién eres tú? –dijo atrapando su corazón en su pecho.

-¿En serio, Potty?

-¿Potty?

-¡Draco!

La voz del hombre jamás se había escuchado tan enojada... pero movió algo en su interior.

-Sal de inmediato antes que el Lord lo sepa.

El niño era pálido, pero se puso más pálido si pudiera. Y salió como si lo persiguieran los perros del infierno. El hombre se acercó y lo miró a los ojos, como siempre hacía. Sus ojos eran tan profundos que era fácil perderse en ellos.

-¿Cómo te sientes? -le preguntó con esa voz oscura, vibrante.

Iba a tocarse la frente... cuando una mano gentil lo detuvo.

-No te toques. -lo reprendió con firmeza, aun susurrando.

-¡Pero me pica! -no pudo evitar  quejarse como niño pequeño, ¡haciendo puchero!

-Toma. –le pasó un envase pequeño que sacó de quién sabe dónde.

Se lo bebió sin pensar, por el sabor.

-Gracias. El chico me llamó Potty.

-¿Eso hace sonar alarmas? -preguntó el hombre sin mostrar nada.

El niño lo miró y  el hombre pudo ver que sus mejillas se sonrojaron por un momento, antes que bajara la mirada.

-¿Qué fue?

El niño se mordió el labio inferior.

-Tu voz... hace un momento... -lo miró, con determinación. –Nos conocemos. –afirmó. Estaba seguro. Pero ¿de dónde?

-Sí.

El hombre esperó

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El hombre esperó. Entonces... ocurrió de nuevo. Los extraordinarios ojos verdes perdieron foco y comenzó a hablar... en parsel.

-Una... mazmorra... no oscura... calderos...asientos... Profesor... Horance... Slughorn... mentor...diario... ingredientes...ingredientes... alguien tira... -hace además de retirar con la mano. –ingredientes... mi caldero... mi caldero... mi... profesor... Sev...Sssssnap...

Y volvió a pasar. Colapsó. Cayó sobre su profesor Severus Snape.

Lo levantó y lo acostó en la cama detrás de él.

-¿Por qué? –preguntó a nadie en especial, acariciando la frente vendada de Harry.

Habían intentado quitar el Horrocrux quirúrgicamente, después de probar todos los métodos de exorcismo que conocían, pero no resultó ya que era un trozo de alma. Y ni siquiera uno. ¡Tenía dos! Había perdido la motricidad y la vista por un día, pero la memoria no volvía. Los recuerdos se mezclaban entre los de Tom y los propios.

Tom. Él fue otra revelación. Habían encontrado tres de cuatro horrocruxes escondidos. Él mismo tuvo que buscar uno en Hogwarts. El ritual se realizó nuevamente con éxito, logrando darle al cuerpo una edad y lozanía perdida en el anterior. Sin embargo, por la sangre de Harry, y especulando su herencia Slytherin, tenía algunos atributos ofidios. Afortunadamente, sus ojos volvieron a ser azules y su lengua humana. Sin embargo, la misma tenía la habilidad de detectar los olores y tuvo que crear un inhibidor.

Cuando Harry entra en trance, sus recuerdos son en parsel, y sí o sí tenía que compartirlos con Tom. Lo curioso era que, al ser humano, había dejado de ser... demoníaco. Si bien era más declinado a "cruciar" a todos, ya no lo hacía sin justificación. Y estaba intentando retomar los tributos de sus anteriores Caballeros. Estaba intentando organizar a los Mortífagos. Primero, borrando su marca. ¡Severus nunca se había sentido más aliviado en su vida! Pero también había borrado a algunos miembros. Al parecer, su sentido ofidio le daba cierta habilidad para identificar traidores.

Salió de la habitación y buscó a su ahijado. Lo encontró en la biblioteca.

-¿Qué ocurre, padrino? –preguntó de inmediato. -¿Qué le pasó a Harry?

Severus levantó la ceja en señal de desconcierto. ¿Harry? Draco lo identificó bien, y aunque se ruborizó, no apartó la mirada.

-Harry...-dijo intencionadamente, midiendo la reacción del joven. -se ha convertido en un contenedor de almas.

-¿¡QUÉ!?



Y como el anterior era cortito como chaleco de torero, acá les dejo otro. (Estoy en modo comediante hoy)

Contenedor de almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora