5. LA DISTANCIA

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Al día siguiente, nada más despertar, Anne comprobó los mensajes de su móvil. No tenía nada. La desilusión se dibujó en su rostro. Suspiró y ahogó un chillido en su almohada. No entendía qué pasó anoche. Es verdad que tenía bastantes lagunas por el exceso de alcohol, pero recordaba perfectamente cómo Gèrard estaba molesto con ella. ¿Le habría dicho o hecho algo malo? Le llamó pero cayó en el contestador. Lo intentaría de nuevo más tarde.

Salió y vio a Eva con cara de muerta, la mirada clavada en sus cereales. Tuvo que aguantarse la risa.

— Uy, uy, uy. Veo que no estás en buena forma.

La única respuesta que obtuvo fue un gruñido. Enterró su cara entre sus manos. Anne se dirigió a la cocina y sacó una pastilla mágica. La solución a todo malestar.

— Come un poco, tómate esto y verás que pronto te sientes mejor. Es mano de santo.

— Tenemos que parar este ritmo, ¿eh? O nos veo ingresadas con millones de lavados de estómago.

— Eso tú. Yo estoy como una rosa.

Su amiga levantó la cabeza, la observó y le dedicó un corte de manga acompañado de una sonrisa irónica. La chica de pelo castaño reaccionó abriendo mucho la boca y tapándosela con las manos, haciéndose la sorprendida como cada vez que jugaba al lobo.

— ¡¡Cómo te atreves!! —dijo acercándose a su amiga y atacándola con cosquillas.

— Para, para, por favoooor —suplicó como una niña de cinco años—. ¿Te lo pasaste bien anoche?

Anne se encogió de hombros y empezó a comer un trozo de fruta. Le devolvió la pregunta con la mirada.

— Estupendamente. Me lo pasé tan bien bailando con Rafa, Hugo y Anajú. Menudas risas y leches nos pegamos con la ceguera que teníamos. Son estupendos. Y contigo también, claro, hasta que te fuiste no sé dónde.

— La vida.

— ¿Algo que contar?

— Nah. Bueno, tengo que recoger. Luego hablamos.

Se levantó y se fue a su habitación. Tenía que ir preparando la maleta que esta tarde se iba de vuelta a casa. Tenía una semana libre y le había prometido a sus padres ir a visitarles. La echaban mucho de menos. Volvió a mirar su móvil. Nada. Puso música y en un par de horas ya estaba todo listo. 



Cerró la puerta de su cuarto y se dirigió a los brazos de su amiga, que la esperaba con los brazos abiertos. Le dio muchos besos.

— Sé que te vas solo una semana, pero te voy a echar de menos. ¿Con quién me voy a meter ahora?

— Con los demás.

— No es lo mismo y lo sabes.

Le sacó la lengua y volvió a abrazarla, susurrándole que ella también la echaría de menos. Se despidieron. El trayecto a casa se hizo bastante ameno, aunque muy cansado. Cuando llegó a casa saludó a su familia y dejó las cosas. Encendió el móvil. Esperó a que le llegaran los mensajes y buscó entre ellos el nombre de su amigo, pero no apareció. Le escribió a Eva para que supiera que había llegado. Se lo pensó durante un buen rato y después de cenar le escribió: hola J q tal? estas enfadado conmigo, te hice algo? me dejaste preocupada anoche. hablame cuando puedas xfi

Le dio a enviar y soltó todo el aire como si fuera un globo desinflándose. Se tumbó en la cama y se durmió, con el móvil en la mano. 



Gèrard recibió el mensaje, lo leyó y sonrió tristemente. Reflexionó sobre lo que sucedió la noche anterior y quiso golpearse millones de veces. No entendía cómo se había dejado llevar de esa manera sin ningún fundamento sólido. Se arrastró por los sentimientos del momento, que tanto cabreo y temor le habían infundido. No se reconocía. Nunca antes había sentido aquello. Estaba muy confuso y necesitaba aclararse antes de contestarle.

Mi suerteWhere stories live. Discover now