En una hermosa sabana pastaban un cervatillo y su mamá cierva. Era una tarde hermosa; el aire movía el pasto, haciendo emerger un sonido muy tranquilizador. El sol se estaba ocultando, por lo que la sábana se pintaba de un hermoso anaranjado.
El cervatillo iba tras su madre, pisando en donde ella lo hacía, jugando discretamente a perseguir la sombra de la mamá cierva.
Pasados unos segundos el cervatillo se distrajo con una pequeña hoja verde, parecía exquisita.
El cervatillo la arrancó con la boca cuando lo escuchó; El sonido más escandalozo que jamás había oído. Los pájaros dejaron de cantar y alzaron el vuelo, el sol pareció esconderse en su totalidad, mientras que el viento empezaba un canto desolador.
El cervatillo miró a su madre, que se desplomaba en la hierba, en ese momento lo recordó. Su madre le había advertido.
-si algún día me ves caer, no te deberás acercar, yo estaré bien, tú solo debes correr, ve al bosque, y en la cueva más oscura deberás esperar a que amanezca.
Pero el cervatillo no hizo caso, desesperado corrió en busca de ayuda, pero no había nadie por allí. Buscó asustado entre la hierba a algún animal conocido, la gacela, la jirafa, el elefante. Pero ningún animal oyó sus gritos, no había a quien recurrir.
Cuando se estaba dando por vencido vio a un hombre caminando cerca a la sabana. Entonces corrió hacía él, sabía que lo ayudaría.Él hombre vió al cervatillo asustado, tenía los ojos saltones y las orejas agachadas.
-¡Ayuda!-gritó el cervatillo- creo que algo le pasa a mi madre.
El hombre susurró:
-Está asustado- y entonces el cervatillo se dió cuenta que tras él había un hombre más pequeño, un cervatillo humano, que tenía las manos en los ojos.
-Es solo un animal, hijo- dijo el hombre.
El cervatillo levantó la cabeza, él hombre ya estaba apuntado a su cabeza.
Otro sonido escandalozo retumbó en la sabana.