La señora Irene tenía dos hijos; una pequeña llamada Mariana y un chico llamado Isaak. Los dos tenían casi la misma edad, el tenía 8 y ella 7. Los niños se la pasaban jugando cuando volvían de la escuela. Casi siempre volvían embarrados, pues su lugar favorito era un parque lodoso cerca de su casa.
Un dia, Mariana llegó a la casa llorando. Entre sollozos le decía a su madre que Isaak la había dejado sola en el parque.
Lo primero que pensó la madre fue que él le quería jugar una broma a su hermana, y para calmar a Mariana le aseguró que Isaak se ganaría una paliza.
Pero isaak no llegó, ni esa noche ni a la mañana siguiente. Su madre esa misma tarde llamó a los policías, quienes, pasadas 72 horas iniciaron la búsqueda del pequeño.
No había rastro de Isaak. Su madre estaba devastada, la pequeña niña no entendía muy bien que ocurría, aunque también sentía la ausencia de su hermano.
Pasados cuatro días, el niño fue encontrado en el bosque. Los rescatistas dijeron haberlo encontrado acostado en un charco de lodo con síntomas de hipotermia, por lo demás se encontraba en perfecto estado. Luego de dos días en el hospital todo volvió a la normalidad, pasaron dos meses para que la señora Irene recibiera la llamada.
Sus hijos se encontraban dormidos, estaban justos en la misma cama, pues Mariana alegaba que sentía un miedo extraño.
Pronto la señora Irene experimentaría aquel mismo sentimiento.
—señora Irene, ¿por qué no nos había informado?— dijo la voz de un hombre en el teléfono.
—¿qué cosa?— preguntó ella extrañada.
—señora Irene, habla con el oficial Peter. Acabamos de encontrar el cuerpo de su hijo en el río.