Capítulo Uno

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Noah Erickson

Soy del tipo de persona que suele quedarse observando el techo por las madrugadas. La falta de sueño se había convertido en algo común de mi día a día y eso es algo que suele disgustarme.

Le di una miradita al reloj encima de mi mesita de noche, sin alejar las manos de mi pecho, y volví a observar el techo, suspirando.

Eran las tres de la mañana y aún no podía dormir. Esperaba a que por el aburrimiento me diera un poco de sueño. Pero nada pasaba.

Opté por cerrar los ojos con fuerza y repetirme en la cabeza que necesitaba dormir. La señorita Ray odia que lleguen tarde al trabajo y si seguía de esta forma, de seguro que terminaría quedándome dormido a primeras horas de la mañana.

—Puto insomnio—dije mientras me incorporaba en la cama—. Necesito un té.

Salí de la habitación con los pies descalzos y solo con un pantalón de pijama puesto.

Cuando llegué a la pequeña cocina, separada de la sala por una pequeña encimera, abrí el aparador, tomando la tetera y la pequeña caja de té.

El té es mi compañero de todas las noches. Quizás lo tomo innecesariamente, pero es que lo adoro y que me hace sentir bien en este apartamento sin compañía.

Me dispuse a poner la tetera, tomando una taza del aparador, y esperé a que el agua hirviera sentado en uno de los taburetes de la encimera.

Más tarde, escuchaba el ruido de la tetera hirviendo y apagué la estufa. Llené mi taza verde con el agua hirviendo y dejé dos bolsitas de "Twining tea" en su interior, dejando las pequeñas cuerditas fuera de la taza con la etiqueta del té. Dejé que pasaran unos pocos segundos antes de sacar la bolsita y dejarla caer al cubo de basura

Me dirigí al pequeño sofá marrón, que ocupa más espacio del que debería, y tomé asiento frente al televisor. Me topé con un canal donde se encontraban pasando un episodio de Friends y me recliné en el sofá, dándole un sorbo a mi taza de té.

Unos pocos minutos pasaron antes de que escuchara un ruido que provenía del exterior de mi apartamento.

Unas fuertes zancadas se hicieron presentes y luego la voz de un hombre.

Dejé mi taza a medio tomar y fui hasta la puerta para abrirla. Y era justo lo que pensaba: el novio borracho de mi vecina de enfrente estaba aquí como todos los sábados y domingos.

—Vamos, Karen—dijo mientras se tambalea—. Ya déjame entrar.

Karen no dijo nada, mientras lo observaba con los brazos en jarras.

—Ya deja de venir aquí a las tres de la mañana cuando estás en ese estado. No me gusta que estés así, Jarold. Y si sigues irrumpiendo en estos pasillos a las tres de la mañana, para luego venir a tocar mi puerta mientras estás drogado, lo nuestro se acabó.

—No, amor. No. No puedes dejarme. Yo te amo, Karen.

—Si me amaras realmente, dejarías de comportarte como un gilipollas—Karen apartó de su cara un mechón de su pelo rojizo, sin despegar los ojos del hombre rubio.

Era la misma discusión de todos los domingos. Ella le decía que terminaría con él si seguía apareciendo por aquí borracho o drogado. Pero no terminaba con él. Y él le decía que cambiaría por ella solo porque la amaba. Y nunca cambiaba.

—Está bien, amor. Cambiaré solo por ti. Porque te amo. Te amo y voy a cambiar para ser algo mejor.

Perdonado, Jarold.

Conociendo A Noah © [Disponible en Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora