Capítulo Cinco

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Noah Erickson

El chico de pelo azul me observó con los ojos brillosos, pasando una mano por su pelo.

—¿A mí? —Pregunté— ¿Y eso por qué?—Dije con la vista en aquel chico de pelo rubio delante del mostrador, que esperaba porque algún empleado fuese a atenderlo.

—Quería pedirte disculpas por lo que había hecho mi amigo Ben.

—Ah, sí. Ya no importa.

—De verdad que...

—No importa—lo interrumpí y me miró fijamente—. Tengo clientes que atender ahora. ¿Puedes esperar un momento mientras a tiendo a alguien?

—Ah, claro—me dijo.

Seguí mi camino y noté que se había dado la vuelta.

Vi a Tyler salir de la cocina y me apresuré para que no me quitara el puesto de atender al chico de los batidos de fresa.

Pasé mi mano por la esquina de la barra y estuve a punto de caer. Me incorporé con rapidez para disimular y fui detrás del mostrador.

—Buenas tardes—sonreí. El chico enmarcó una ceja.

—¿Estás bien?

Al parecer notó que estuve a punto de caer en frente suyo.

—Sí. No te preocupes—dije respirando con fuerza—. ¿Tú lo estás?

¿Por qué dije eso?

—Sí. Muy bien. ¿Me puedes dar un batido de fresa, por favor?

—Claro. Ahora mismo.

Me acerqué a Tyler, que se había detenido en la puerta de cocina.

—¿Le puedes llevar una caja de papas fritas a la mesa del fondo, por favor?

—Claro, amigo.

Los dos fuimos a la parte de atrás y noté que Tyler me observaba.

—Noté que te habías apresurado para atender a ese chico que espera en el mostrador.

Ay mierda.

Por favor, que no haga preguntas.

—Sí. Es que no quería que se aburriera de esperar y perdiéramos a ese cliente. Es difícil cuando solo somos dos empleados. Aún no sabemos cuándo regresará Dylan—le dije abriendo el refrigerador, donde vi cuatro batidos de fresa y tomé uno.

—Creo que Dylan regresa en dos días. O mañana.

—¿De verdad?—Me puse en frente de él con el batido en mi mano.

—Así es. Ya sabes cómo es Dylan, un día dice una cosa y al siguiente dice otra... Mejor voy por las papas.

—Claro.

Salí de la cocina y fui hasta el mostrador, donde tomé una servilleta para envolverla alrededor del envase del batido.

—Aquí tienes—dejé el batido en el mostrador, levantando la vista. Vi al chico de ojos azules reír junto con el chico de pelo azul.

¿Qué?

—Gracias—dijo sacando su billetera para extenderme el dinero.

Lo tomé rozando sus dedos y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Su piel suave contra la mía. Ay Dios mío.

Abrí la caja registradora para devolverle el cambio.

—Gracias por su compra—. Tampoco sé por qué dije eso. ¿Desde cuándo digo gracias por su compra?

Conociendo A Noah © [Disponible en Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora