II

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La amistad es como una montaña rusa...

El tema que descubrí hace una semana y amé, empieza a sonar, lo que no es bueno ya que son las seis de la mañana y tengo que ir al instituto. Debería dejar de poner canciones que me gusten como despertador, terminare detestándola a todas. Sin abrir los ojos y sin mover nada más que mi dedo, apreto la pantalla para detener el sonido, pero, al no lograrlo, recuerdo que me descargué una aplicación en la que la alarma se apaga luego de sacar la misma foto que anteriormente configuré. Sí, así de desesperada esta mi mente de que mi cuerpo le haga caso. Luego del intento fallido de seguir durmiendo con la almohada sobre la cabeza, me levanto, agarro el celular y camino hasta el baño, que está dentro de mi cuarto, para sacarle foto al retrete. Se apaga. Vuelvo a meterme dentro de las sábanas. ¿Ven? Ni este original sistema me ayuda con mi pereza.

Como de costumbre mi mente se pone a divagar, ¿es necesario realmente ir al colegio? Claramente sí, pero ¿se pusieron a pensar que los temas jodidamentes específicos de tales materias, que jamás usaremos, nos quitan días de nuestras vidas? Seguramente serían la mitad de años si en cada materia se enseñara lo necesario y, luego, sí se enfocaran en temas específicos, pero según los que sirvan para la carrera que optas por estudiar. ¿Y gimnasia por ejemplo? Te enseñan las reglas exactas de un juego que solo jugarás con amigos por diversión. Puede que haya chicos que sea el único trabajo físico que hagan, pero solo hacemos diez minutos de ejercicio los dos días que tenemos a la semana. Lo que menos entiendo es ¿quién quiere ser profesor de gimnasia? Los jugadores olímpicos se saben las reglas de cada juego, los entrenadores personales saben entrenar el cuerpo, los profesores solo se quedan sentados.

Y sí, así se me pasa media hora y siempre llego tarde a la escuela. Y como mi mente no se quiere detener, me aparece la imagen de la fiesta. Alcohol. Drogas. Evan...

Tomo mi celular y empiezo a revisar, ¿acaso esperabas un mensaje de él? No tiene tu número, idiota, y ¿por qué lo querría?

Antes de pensarlo, mis pies ya están sobre el suelo. Tengo unas ganas inmensas de ir al instituto y a la vez no. Quiero cruzármelo y a la vez no. Estaba ebrio, ¿acaso crees que lo va a recordar? (No sé cómo, pero yo lo hago) Y sí se acuerda no cambia nada, no estaba consciente (pero su mirada no me dio a entender eso).

-Bella, levantate, hay que irse -mi padre abre la puerta.

-Toca antes de abrir.

-Sí, pero preparate.

-No puedo si no me dan puta privacidad -cierro la puerta.

Me lavo la cara como si eso pudiera ahuyentar mis pensamientos. Tengo diez minutos antes de que venga Lindsay, así que me visto, me lavo los dientes, aplico máscara sobre mis pestañas, tomo las cosas necesarias y me hago unas trenzas cocidas mientras bajo.

Justo cuando pongo un pie en la planta baja suena el timbre. Que raro que toque timbre y no el típico bocinazo.

-¡Chau! ¡Me voy a la escuela! -me despido.

-Ayer deje el auto en el mecánico, así que iremos en autobús, -me comunica mientras empezamos a caminar. -Apurate porque llegaremos tarde.

-Vamos caminando y pasemos por el lugar de donas, ¿una llegada tarde a quien le hará mal?

-A vos, ya tenés cientas, pero como quieras, a mí también me apetecen.

-¿Es grave lo del auto?

-No, no, hoy por la tarde estará. ¿Qué onda con Forbes?

Por un segundo, había logrado olvidarme. Apenas lo nombra, el pulso se me acelera repentinamente mientras siento como todas mis inseguridades vienen corriendo velozmente detrás mío.

YOU SHOULD BE WITH ME [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora