III

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Hay cosas que no hacen falta decir para conocer a alguien...

Despierto de la siesta involuntaria, ya que no me di cuenta en que momento me dormí, con el potente calor del sol de las cinco de la tarde, ese que me hace despertar con un sudor insoportable y con un humor de mierda por saber que desperdicie todo un día básicamente. Veo hacia fuera de la ventana y el cielo esta nublado, hay una sensación de humedad intolerable y todo se encuentra mojado. Automáticamente pienso en como estará mi papa, quien va y viene en bicicleta al trabajo, desde que el auto se rompió, y no esta para nada cerca.

Odio dormir, no me sirve para mas que estar enojada conmigo misma por desperdiciar el tiempo que me hace falta cuando estoy haciendo la tarea a tres minutos de entregarla o cuando digo que tengo que estudiar ingles o para simplemente ver películas de mi agrado... o para pensar en lo que haré el resto del día para no sentirme tan miserable, y odiarme mas de lo que ya lo hacia porque no termino haciendo nada. Y así me meto en un puto circulo vicioso, del cual se puede salir saltando porque no es una esfera, pero me faltan las miserables ganas para hacerlo.

Apenas pongo mis pies en el suelo... pum, restos de café por todo el piso. No tengo ganas de describir como me siento por haber puesto esa tasa ahí porque no hay palabras suficientes para definir esta frustración. Podrán parecer idioteces las cosas que me ponen tan mal, porque se que lo son, pero no se sienten así, no cuando levanto la vista y mi cuarto se encuentra tan desordenado como mi mente, y cuando se que necesito cambiar eso pero ni siquiera me apetece levantar el culo de la cama.

-Bella, baja ya que hay que ordenar la casa -mi padre, Agusto, entra bruscamente a la habitación. Por un lado me siento aliviada al verlo, pero por el otro enojada por la maldita privacidad que tengo en esta casa y porque me ordena autoritariamente algo que iba a hacer de todos modos.

Y, en definitiva, el enojo toma el mando. Como siempre.

-Voy -digo en tono seco y fuerte.

-Y ordena este cuarto que esta peor que el de tu hermano, me extraña.

¿Que mierda tiene que ver mi hermano?...

Y, para colmo, deja la puerta abierta.

Se queja porque no tenemos comunicación y se excusa en que no nos conoce por ese motivo pero hay cosas que no hacen falta decir para conocer a alguien, se sabe por acciones o por comentarios que hace uno sin ser directamente un "no me gusta el exceso de azúcar o sal en las comidas" porque ¿cuales son las circunstancias que se tienen que dar para decir eso? Uno lo sabe si esta interesado como para prestar atención.

Pero ¿para qué hablar cuando ni siquiera presta atención o le importan los miles de comentarios de "toquen antes de entrar" o "cerrá la puerta por favor"?

En definitiva, cada vez que intento dejar de lado mi fingida indiferencia hacia ellos por motivos que lo requieren, vuelven a suceder estos motivos, y me siento una estúpida.

-Hice café -Agusto me indica con el dedo la taza sobre la mesa.

-Gracias.

-Prepara la cena, Bella. -mi madre me dice desde la computadora, donde esta trabajando. -Ahí hay verduras, lávalas, córtalas y hace algo.

-Está bien.

-¿Te levantas recién? Ni siquiera se preocupan por su padre, -habla este, incluyendo a mi hermano, quien esta en la mesa. Y no se si a mi madre también. -si me moje mucho, si tuve un accidente, por ustedes me puedo morir tranquilo.

Y, mientras habla, en lo único que pienso es en lo primero que se me cruzo por la cabeza al despertarme. Pero no hablo. Porque toman como un ataque cuando uno argumenta en defensa propia, o simplemente se cierran en lo que creen que esta bien, como si eso fuera lo que esta bien.

YOU SHOULD BE WITH ME [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora