Eva

141 7 0
                                        

La chica con la que había fantaseado los últimos años se encontraba ahí, frente a ella, agachada, metiendo su cabeza por el agujero del improvisado refugio.

—Sal de ahí, ese lugar no debe ser muy cómodo.

—¡¿Eva?!¿Qué haces aquí?

—Que haces tú aquí, éste es mi lugar.—reclamó la bella joven—.

El rostro de Eva se veía angelical en los ojos de Ángela, que no podía parar de observar cada detalle. Sus casi imperceptibles razgos asiáticos, creaban su exótica belleza, con el cabello café y los ojos negros, la mirada coqueta de Eva provocaba miles de sensaciones en la inocente Ángela.

—No puedo creer cruzarme contigo—le dijo Angelita mientras salía del tronco—.

—No importa, no me molesta tu presencia, igual quería encontrar a alguien para compartir mi bosque.

—¿Tú bosque?

—Si, yo lo descubrí, nadie más lo conoce.

—Es muy bonito.

—¿Lo es verdad?¿Ves el humo?

Una fina capa de humo rodeaba los cielos y los árboles, pero era difícil de notar.

—¿Por qué hay humo?

—Significa que el bosque te está dando la bienvenida.

—¿En serio?—preguntó asombrada ante tan descabellada idea—. ¿El bosque me ha estado observando?

—Si, no le gustó mucho que encarcelaras una luciérnaga en un frasco, pero no está enojado.

Ángela no llegaba a entender a qué se refería Eva cuando hablaba del bosque como si fuera una persona, pero prefirió no contradecirla.

—Me alegro mucho, lo siento, la liberaré.

Ángela metió la cabeza en el hueco, tomó el frasco y quitó la tapa, la luciérnaga, ya un poco débil, salió de él volando de forma irregular.

—¡Pobrecita! Sólo mírala—dijo Eva—. No vuelvas a hacer eso.

—Lo siento.

—Esta bien, no importa. Ven, te mostraré mi lugar.

Eva comenzó a caminar sin mirar si Ángela la seguía hasta llegar a un lugar no muy lejos del árbol de ciruelas. Era una pequeña casita muy pintoresca, hecha de madera vieja, con ventanas circulares y una puerta un poco torcida, en su techo, salía triunfante una chimenea que expulsaba humo.

—¿Tú construiste esto?—le preguntó Ángela—.

—No, lo construyó mi padre hace mucho tiempo, éste era nuestro lugar... ¿Dónde están los tuyos? Deben estar buscándote.

—No creo que me busquen, ellos me abandonaron.

—¿Te abandonaron?¿Por qué?

Ángela no quería contarle a Eva la vergonzosa razón por la cual la habían exiliado de su hogar.

—Ellos no me comprenden.

—Te entiendo, mi madre tampoco me comprendía, pero papá sí.

—Que suerte has tenido, a mi no me comprende ninguno de los dos.

—No te preocupes, yo estoy aquí para comprenderte, si no puedes volver a tu casa, quédate aquí, no es el mejor lugar, pero será mejor que el tronco del árbol.—Eva le sonrió tan cautivadoramente, que Ángela no podía disimular, se derretía cada vez que ella habría la boca—.

El Bosque De Las HortensiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora