El lago de los Colores.

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—Angelita, despierta.—le decía la aún ronda voz de Eva—.

—¿Qué sucede?—preguntó frotándose los ojos—.

—Vamos, levántate ¡Hoy celebramos el Día del Bosque!—le contó con alegría—.

—¿El día del bosque?

—Un día como hoy, hace ya varios de miles de años, el bosque nacía con su primer semilla de Hortensia dejada por un distraído pajarito que se quedó sin comida esa tarde.

Ángela la miraba con una ceja arriba y una abajo.

—No me mires así, tontita, de verdad.

—¿Y tú cómo puedes saber eso?

—Mi padre me ha contado la historia.

—¿Y como lo celebraremos?

—Como lo hacíamos con él, yendo a nadar al lago

—¿Hablas en serio?¿Hay un lago?

—Si, está escondido entre los árboles, hay que recorrer un largo camino para llegar.

—¿De verdad?

—De verdad.—le afirmó con total sinceridad—.

Ángela, al darse cuenta que ya nada podía hacer para contradecir a Eva, decidió levantarse y acompañarla.

La guío por un pequeño y reducido caminito que Ángela podría jurar que no había visto anoche. Era tan salvaje y poco transcurrido que caminar por el era toda una aventura, tenía que correr ramas y saltar grandes charcos de lodo, esquivar plantas de aspecto sospechoso y en ocasiones, escapar de algún abejorro furioso.

Al notar el final de la abultada arboleda, las dos jóvenes comenzaron a correr emocionadas. Cuando llegaron al final del camino, pudieron ver frente a sus ojos, un gran lago, realmente no era tan enorme, podías ir de un lado a otro si quisieras, pero se veía profundo y cristalino.

—¿De donde sale el agua?—preguntó Angela—.

—¡De aquí!—respondió Eva, que ya estaba en una esquina del lago, sin zapatos—.

Pudo ver una desembocadura pequeña, escondida entre arbustos, que no hacía mucho escándalo, el agua salía tranquila, sigilosa, haciendo un leve sonido cautivador.

—No siempre sale el agua—se quejó Eva—. así que el lago nunca llegó a ser realmente grande, solo crece así cuando esto funciona.

—No creo el río sea un objeto que funcione o deje de funcionar...

—¡No importa! lo que interesa es que ahora funciona y que podemos disfrutarlo.

—¿Nadaremos?

—Si quieres—respondió sin darle importancia—. Yo lo haré.

—Quiero hacerlo, pero no sé nadar.

—Yo puedo ayudarte ¿Confías en mi?

—Si, pero ¿Qué pasará si empiezo a desesperarme?

—No lo harás, mira.—dijo sacando algo del bolsillo de su vestidos, se pequeño, alargado y frágil—.

—¿Qué es?

—Es un cigarrito hecho de hortensias, como los que fuman los ancianos, pero hecho de las flores del bosque.

—¿Y para qué lo usaremos?

—Para fumarlo, ven.—le dijo con una señal—.

Eva sacó una muy pequeña caja de fósforos del mismo bolsillo, se puso el cigarro en la boca, y lo encendió. El humo comenzó a salir de su extremo y Eva tosió varias veces.

El Bosque De Las HortensiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora