182 días antes.

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Entro a la escuela, mientras tarareo "Psychosocial" de Slipknot. A unos cuantos centimetros de llegar al salon de matematicas, me cruzo con el apuesto de Finn. Él sonrie con esa sonrisa suya tan diferente a otras, pero rapidamente desvio mi mirada más allá de él y el profesor Whitman estaba con su maletín caminando por el gran pasillo.

-¡Hey! ¿Como estas? -me da un beso en la mejilla.

-Bien, ¿tu?

-Todo bien, por suerte -se acaricia el cabello- Eh, Kelsey.

-Dime.

-No sé si te has enterado, pero un compañero mio hará una fiesta de bienvenida a clases, ¿Vienes? Es el viernes a la noche.

-No lo se, puede ser.

-Me encantaría que vayas -agacha la cabeza- Si quieres yo puedo ir a buscarte o no sé, como quieras.

-Esta bien, lo tendré en cuenta.

Me doy la media vuelta e ingreso a matemáticas.

Es algo apresurado de decirlo pero se le nota a kilometros que Finn quiere volver a tener ese reencuentro conmigo, y quizá espera algo más de mi, pero no es lo que necesito ahora. Suficiente daño me han hecho, y me he hecho, como para estar con alguien o pensar en alguien, o confiar en alguien. De ese modo, evitaré cualquier encuentro con él y por supuesto que no iré a esa fiesta.

***

-Buen dia. -digo- Tengo una cita con el dr. Grown.

-Siéntese allí un momento, enseguida sale. -la secretaria me regala una sonrisa. Hago caso y tomo asiento en la pequeña sala de espera. Allí hay una mesita de centro, que contiene cientos de revistas de hace veinte años.

-¿Kelsey Ryder? -se oye una voz masculina. Me paro y me acerco al diminuto pasillo, hay un señor de unos cuarenta años, con anteojos y a punto de quedarse calvo, esperando en la puerta.- ¿Eres tu?

-Si, yo soy Kelsey.

-Perfecto, adelante.

Entro a la habitación y visualizo un sillón de color mostaza, otra mesita de centro que en ella descansa un café y un cenicero. Me siento en el sillón y él en una silla frente mio.

-Entonces, tu eres Kelsey Ryder -comenta mientras se sienta en la silla en frente mio- Me gustaria empezar la sesión hablando de tu estadia en el centro.

-Fue aburrida -apunto. Me reacomodo en mi lugar.

-¿Puedes definir aburrida para ti?

-Los doctores eran viejos, las enfermeras estúpidas, no habia nada para hacer, excepto, los juegos didácticos, pero esos eran para personas locas, y yo no estoy loca. -continuo- En mi habitación alumbraba mucho la luz, entonces me despertaba a las seis de la mañana. De noche podía escuchar gritos y, eso era abrumador.

-Ya veo -escribe en su libreta.- ¿Algo más que quieras decir sobre allá?

-No, eso es todo.

-¿Haz hecho amigos, o tuviste conflictos?

-Al principio tuve varios conflictos porque me quise escapar varias veces, pero luego de que me encerraran en la carcel, como le decimos al cuarto blanco, dejé de intentarlo. Aunque eso no te quita las ganas de romper una ventana de vez en cuando. -rasco mi barbilla- Hice dos amigas, si es que puedo llamarlas así. Una era Theresa, ella habia llegado mucho antes que yo por querer meter a su gato al horno. Julia llegó dos meses después, pero era mitómana y no podía creerle.

-¿Y tu por que has ido?

-No lo sé.

-¿Un intento de suicidio?

-¡No! Si yo me hubiera querido matar, compraria un arma o me pondría un cuchillo en la garganta. ¡Pero yo no quería!

-Explícame entonces.

-Es que ni yo misma sé como me internaron.

-Fue un intento de suicidio, y despues un ataque. Tuviste un ataque.

-Yo no le llamaría "ataque" a una persona que quiere escuchar musica a todo volumen y cambiarse de look.

-Pero lo fue Kelsey.

-Esta bien, tu eres el profesional.

-Sigamos... -revisa su libreta- Cuentame sobre la muerte de tu padre.

-Murió en un accidente de tránsito hace diez años.

-¿Te dolió?

-Obvio que me va a doler, es mi padre.

-¿En su funeral lloraste?

-No lo recuerdo, tenia diez años.

-¿A veces lloras por él?

-No.

Mentí.

-Esta bien, cuéntame como ha sido tu dia -apunta- Cualquier cosa.

-Fue corto.

-¿Por que lo dices? -se rasca la barbilla.

-No lo se, a veces hay dias que parecen que duran más, y otros menos.

-En eso tienes razón.

Continuamos hablando por quince minutos más, hasta que llegó una paciente más. Nos despedimos con un "hasta la semana que viene" y cerre la puerta del consultorio.

Durante todo el camino a mi casa, no pude dejar de pensar en mi padre.

Amor en tiempos de OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora