Acaricié su mejilla y suspiré. Era hermoso por donde lo mirara. Él me sonrió y pude apreciar sus hoyuelos formarse a cada lado de su sonrisa, que le daban un aspecto infantil y angelical, pero yo sabía que, por más buena persona que fuera, no era un angelito, y hacía muchas cosas que no iban de la mano con la característica de infantil.
— ¿En qué piensas tanto? —susurró mientras jugaba con un mechón de mi cabello, unos tonos más claros que su castaño oscuro, pero sin llegar a rubio.
—En que te odio.
Él dejó de sonreír y frunció el ceño.
—Te odio por estar metido en esas cosas, te odio por no dejarlo, por no pensar en nosotros.
Él hizo una mueca y me atrajo hacia él para abrazarme. Nos encontrábamos desnudos acostados en nuestra cama, él había salido para hacer "un trabajo" y todo había salido mal, al parecer la competencia les había puesto una trampa y todo terminó en tiroteos, gente muerta y gente herida. Él por milagro estaba bien, con algunos golpes y un roce de bala pero bien. Jamás tuve tanto miedo de perderle. Por lo general siempre tardaba como mucho una hora, pero esta noche habían pasado dos horas, tres, y yo no tenía noticias de él, ni respondía las llamadas. Cuando le vi entrar por la puerta del departamento, con manchas de sangre, había sentido que me volvía el alma al cuerpo, pero al mismo tiempo me di cuenta de lo cerca que estuvo de morir, y con él, mi corazón. Lloré y lo abracé un buen rato hasta que nos fuimos a duchar.
—Ya, te prometo que lo dejaré.
— ¿Y si te matan antes? Hoy... Realmente creí que te había perdido. Fue horrible.
—Shhh... No digas eso, no sucederá, jamás —murmuraba mientras acariciaba mi espalda desnuda y dejaba un beso en mi frente.
—Quiero creerte, lo juro, pero no puedo cuando duermes con un arma al lado de la cama y cuando no respondes el celular por horas y terminas llegando herido y lleno de sangre. En serio, tienes que dejarlo —me apoyé sobre uno de mis codos y me aparté un poco para mirarlo a los ojos.
Él me observó serio y asintió con la cabeza.
—Está bien, prometo dejarlo pronto.
Sonreí levemente y me volví a acomodar en sus brazos.
—Gracias.
Quizá fue estúpido creerle, quizá confié demasiado, o quizá fui muy inocente. Pero yo realmente le creí cuando me lo dijo.
—Me prometiste que lo dejarías. Me mentiste.
— ¡No! Yo no te mentí, jamás te mentiría.
— ¿Ah, no? ¿Y entonces?
—Te dije que lo dejaría pronto. Y lo haré.
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Pequeños Grandes Amores
RomanceNo, no es una novela. Aquí encontrarás pequeñas historias de amor que pueden ser tanto de un capítulo como diez cada una. Todas son creadas por mí, así que no se acepta copia o plagio parcial de ellas.