Ghost of You (4)

104 10 3
                                    

El Lunes cerca de las dos de la tarde llegamos al penthouse tras pasar toda la mañana y parte de la tarde en los consultorios. Había sido más duro de lo que esperaba. Leah no se sentía cómoda entre tanta gente o con desconocidos tocando su cuerpo y haciéndole tantas preguntas, en todo momento me había pedido que me quedara con ella, que no la dejara sola. Incluso me lo había pedido cuando la obstetra le pidió que pasara a la camilla para revisarla, pero se negó rotundamente por lo que tuve que salir unos minutos del consultorio. Incluso había amenazado con llamar a seguridad si no salía. Tras casi quince minutos de angustia y nervios, pude volver a entrar y me encontré a una Leah pálida y con la mirada perdida; mi mirada fue directamente a la otra mujer en la sala, buscando una explicación.

—Su útero tiene daños. Vamos a comenzar con unos tratamientos, les recomiendo que haga reposo siempre que pueda y que no haga fuerza, eso podría empeorar su estado. Correr, saltar..., tampoco —había dicho tras unos minutos de palabrería que ni Leah ni yo habíamos comprendido por tanto tecnicismo.

—Sí, de acuerdo. Yo cuidaré de ella —hablé con seguridad.

—Quiero que sepan que, si bien vamos a empezar este tratamiento para reparar lo más que podamos, esto no asegura que en el futuro ella pueda tener hijos. Puede y podrá quedar embarazada, pero el proceso podría ser complicado o incluso riesgoso tanto para el bebé como para ella.

Fruncí el ceño al oír aquello y miré a Leah. Sabía cuánto deseaba ser madre, y no podía ni imaginarme cómo se sentiría en estos momentos. Todo esto no le estaría sucediendo si le hubieras hecho caso en su momento.

La doctora nos dio las recetas para los medicamentos y nos habló sobre el tratamiento, nos dio una cita para volver a verla en una semana y comenzar con el tratamiento. Leah no dijo ni una sola palabra ni mostró interés en tomar los papeles que nos daba la doctora. Tampoco habló en el camino a casa, aunque yo tampoco había hecho mucho para sacarle tema de conversación, imaginaba que quizá quería estar sola y en silencio para procesar todo. Sólo esperaba que su cabeza no le causara más dolor.

Llamé a Samantha aprovechando que Leah había ido al baño; no quería que ella escuchara aquella conversación, y yo tampoco me animaba a hacerla con ella frente a mí, escuchando todo. Sabía que Sam y sus amigas llegarían por la tarde temprano, y quería hablar con ella lo más pronto posible. Había que avisar a cientos de invitados sobre la cancelación de la boda y todos los servicios. Por suerte me atendió a los pocos segundos.

—Mi amor, ¿qué sucede? Estoy por aterrizar en New York.

—Tenemos que hablar, Samantha.

Se quedó en silencio por unos segundos.

—Bueno, dime —su tono había cambiado, no sonaba enojada, pero tampoco se oía tan feliz y segura como al comienzo.

—Por aquí no, tiene que ser en persona —caminé hacia el balcón y cerré la puerta de vidrio detrás de mí.

—Ay, no. Habíamos quedado en que no nos veríamos hasta la boda.

Cerré los ojos y recé en silencio para que se lo tomara lo mejor posible.

—No habrá boda.

Pasaron varios segundos y seguía sin responder, por un momento creí que me había cortado, pero de fondo podía escuchar a sus amigas murmurar y el sonido de los motores del jet.

— ¿Sam? ¿Estás?

— ¿Qué dijiste? Perdón, creo que oí mal.

—Dije que no habrá boda.

— ¿Por qué dices eso, Kyle?

—Porque no me casaré contigo, Samantha. Avísame cuando aterrices así nos vemos y te explico. Y cálmate, que no nos casábamos por amor y lo sabías —terminé la llamada sin esperar su respuesta y volví adentro, encontrándome a Leah en el medio de la sala mirándome—. Más tarde tengo que salir, debo... solucionar unas cosas.

Pequeños Grandes AmoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora