Apéndice 2

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[Antiguo capítulo IX de la primera edición, situado originalmente entre los capítulos 9 y 10 de esta edición.]

Si no se está interesado en las disputas políticas y en la multitud de partidos y subpartidos con nombres tan confusos como los de los generales de una guerra china, será mejor saltarse estas páginas. Resulta terrible tener que entrar en los detalles de la polémica interpartidista; es algo así como zambullirse en un pozo negro. Pero es necesario tratar de esclarecer la verdad en la medida de lo posible. Esa insignificante reyerta en una ciudad lejana es más importante de lo que podría parecer a primera vista.

Nunca será posible obtener una versión completamente exacta e imparcial de la lucha de Barcelona porque los documentos necesarios no existen. Los historiadores del futuro dispondrán únicamente de una masa de acusaciones y de la propaganda partidista. Yo mismo cuento con muy pocos datos fuera de lo que vi con mis propios ojos y de lo que supe por otros testigos que considero fiables. Aun así, puedo contradecir algunas de las mentiras más flagrantes y ayudar a considerar los hechos tal como fueron.

En primer lugar, ¿qué ocurrió realmente? Hacía ya algún tiempo que había tensiones a lo largo de Cataluña. En los primeros capítulos de este libro ya traté el conflicto entre comunistas y anarquistas. En mayo de 1937, la situación había llegado a un punto en que parecía inevitable algún estallido violento. La causa inmediata de la fricción fue el decreto del gobierno que exigía a los civiles la entrega de todas las armas, coincidente con la decisión de organizar una fuerza policial «no política» y muy bien armada, de la que quedarían excluidos los integrantes de las organizaciones obreras. El significado de esta medida era muy claro para cualquiera, y se podía prever que el siguiente paso sería intentar tomar algunas de las industrias claves que estaban en manos de la CNT. En la clase trabajadora existía, además, cierto resentimiento debido al creciente contraste entre ricos y pobres, y una vaga y extendida sensación de que se había saboteado la revolución. Muchos se sintieron agradablemente sorprendidos por la ausencia de disturbios el 1º de Mayo. El día 3, el gobierno decidió apoderarse de la Central Telefónica, que desde el comienzo de la guerra había estado bajo control principalmente de trabajadores de la CNT. Se alegó que los servicios no eran eficientes y que se interceptaban las llamadas oficiales. Sala, el jefe de policía (que pudo o no haberse excedido con respecto a las órdenes recibidas), envió tres camiones llenos de guardias civiles para tomar el edificio, mientras policías de civil despejaban las calles vecinas. Aproximadamente a la misma hora, Otros grupos de guardias civiles se apoderaron de varios edificios en puntos estratégicos. Cualquiera que haya sido la intención real, la opinión pública consideró que esas medidas señalaban el comienzo de un ataque general de la Guardia Civil y el PSUC (comunistas y socialistas) contra la CNT (anarquistas). Por la ciudad corrió la voz de que eran atacados los edificios obreros; aparecieron anarquistas armados en las calles, se interrumpió el trabajo y de inmediato se generalizó la lucha. Esa noche y a la mañana siguiente se levantaron barricadas en toda la ciudad, y el combate continuó sin interrupciones hasta el 6 de mayo. Con todo, ambos bandos mantenían una actitud principalmente defensiva. Muchos edificios fueron sitiados, pero, por lo que sé, ninguno fue tomado y no se utilizó artillería.

En líneas generales, las fuerzas de la CNT—FAI—POUM dominaban los suburbios obreros, mientras que las fuerzas policiales y del PSUC controlaban la parte central y oficial de la ciudad. El día 6 hubo un armisticio, pero la lucha no tardó en reanudarse, debido probablemente a que los guardias civiles hicieron intentos prematuros de desarmar a los trabajadores de la CNT. A la mañana siguiente, sin embargo, muchos obreros comenzaron a abandonar las barricadas por propia iniciativa. Hasta la noche del 5 de mayo, la CNT conservaba una posición ventajosa y gran cantidad de guardias civiles se le habían rendido, pero no había un liderazgo aceptado por todos ni un plan concreto. (Por lo que yo pude juzgar, no parecía existir ningún tipo de plan, excepto la decisión de resistir a la Guardia Civil.) Los dirigentes oficiales de la CNT se unieron a los de la UGT para pedir que se retornara al trabajo. Los alimentos escaseaban. En tales circunstancias, nadie estaba bastante seguro de la situación como para proseguir la lucha. Durante la tarde del 7 de mayo, Barcelona volvió casi a la normalidad. Esa noche seis mil guardias de asalto, enviados por mar desde Valencia, entraron en la ciudad y asumieron el control. El gobierno ordenó la entrega de todas las armas, excepto las de las fuerzas regulares, y durante los días siguientes se incautaron grandes cantidades de armas. Según la versión oficial, las bajas producidas desde el inicio de la lucha ascendieron a cuatrocientos muertos y unos mil heridos. Quizá la primera cifra sea exagerada, pero como no podemos verificarla, la tenemos que tomar por exacta.

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⏰ Última actualización: Dec 19, 2014 ⏰

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Homenaje a Cataluña - George OrwellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora