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Despertando primero, Jaskier se estira en la cama y se sienta, formando en su rostro una mueca de dolor que se convierte en sonrisa ante el recuerdo que le genera las sensaciones fantasma en su cuerpo. Mirando a su lado en la cama, lo primero que ve es una ancha espalda con cicatrices, seguido de una desordenada melena blanca.

No puede creer que se haya acostado con su vecino, con un hombre como Geralt. Todos sus exs parecían pequeños peces enclenques al lado de Geralt. Demonios, Geralt. Había sido tan ardiente y sexy, delicado pero lo suficiente brusco cuando lo necesito. Si, claro que Jaskier no iba a dejar ir tan fácil a tal buen sexo.

Pero eso no era todo. Pensó mientras salía sigilosamente de su cama, habían terminado en su apartamento cuando se dieron cuenta que tener sexo en la terraza no era lo más "correcto".

Jaskier realmente gustaba de Geralt, se sentía cómodo a su lado y quería conocer más sobre él, además de lo que ya sabia. Si el destino y sus vidas lo permitían, quería llegar a quererlo y amarlo correctamente. No como sus otros amores, no, de forma sería y sin titubeos infantiles que terminan en desastre.

Estar encerrado tanto tiempo en casa, le había hecho pensar mucho, incluso antes de conocer a su vecino. Su última ruptura le había dejado pensando mucho, necesitaba un cambio y todo pareció comenzar a caer en su lugar cuando la cuarentena se desató. Quizás estaba mal sacar provecho de algo tan malo como lo que estaba ocurriendo, pero Jaskier estaba feliz de sentir que estaba yendo hacia algún lado, o al menos, que quería ir hacia algún lado en vez de quedarse estancado en sus repetitivas malas decisiones.

Geralt parecía un buen hombre, muy diferente a todo con lo que se había metido, así que quería ser al menos algo bueno también para él. Tal vez esa era el comienzo del cambio que estaba buscando. Literalmente la vida se lo puso en su puerta, o al lado.

—¿Qué haces? —unas fuertes manos se deslizaron por su cintura, empujando hacia atrás para que su espalda chocará contra un cálido pecho.

—Preparó el desayuno. —Jaskier sonrió dulcemente, sintiéndose tan bien en un gesto tan pequeño. Podía sentir la respiración de Geralt en su cuello, mientras su barbilla reposaba en su hombro. —¿Quieres algo en especial? —preguntó girando el rostro hacia el hombre detrás de él, recibiendo un inesperado beso.

—Nada en especial, comeré lo que sea. —Geralt respondió, su voz áspera y arrastrada aún por el sueño. Jaskier no pudo evitar reír, disimulando un poco su ligero sonrojo. Su corazón había saltado un poco ante el gesto, y se sentía increíble.

—Está bien. Yo me encargo de esto, ve y cepilla tus dientes. —ordenó, fingiendo una mueca de asco que se ganó un mordisco de parte del mayor. —¡Geralt! —se quejó para luego reír, pasando su mano por la curva entre su hombro y su cuello.

Despeinando el cabello castaño de Jaskier, Geralt de Rivia salió del apartamento para ir al suyo, donde estaban sus cosas.

[...]

Habiendo tomado una pequeña y rápida ducha, Jaskier organizó el desayuno en la mesa de centro de su pequeña sala. Estaba más que feliz, casi podría comenzar a bailar y saltar, pero temía que Geralt apareciera y le viera.

Escuchando su teléfono sonar desde el cuarto, se apresura a tomarlo, pensando que podría ser alguno de sus amigos con alguna tarea nueva de la universidad. Aunque se había tomado aquella noche, seguía hundido en tareas de la universidad. Quien hubiera pensado que las clases en línea eran fáciles, estaba más que equivocado y no sabia lo que pensaba.

Tomado el teléfono sin mucho fijación, solo nota que es una vídeo llamada, ignorando el nombre que se lee abajo. Jaskier contesta, saliendo de la habitación  de regreso a la sala.

Cuarentena. [Geraskier]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora