Capítulo 4

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La clase de Educación Física pasa demasiado rápido, como ocurre siempre. María y yo hacemos juntos los ejercicios de fútbol. Ella se ríe de mis pases, que dan pena. Yo la contraataco describiendo como sus pantalones parecen más bien carpas de circo. Eso la hace callar, pero aún resopla intentando contener la risa cuando la pelota se me escurre de entre los pies por novena vez consecutiva.

Y aquí estoy de nuevo, el momento tan temido. Me quedo rezagado a propósito para entrar el último, alejado de Uriah, Alex, y los demás estúpidos. Me siento en el fondo, al lado de Adrian y Tristán, que discuten sobre motos. No me piden mi opinión y yo tampoco hago nada para meterme en la conversación. No tengo ni idea de motos.

Como siempre, finjo que busco algo importante en la mochila mientras todos se desnudan y entran y salen  de la ducha. Todos me ignoran, y yo sólo deseo que eso permanezca así. En realidad, la mayoría son buenos chicos, pero me da demasiado miedo de meter la pata si hablo con ellos.

Para mí resulta un misterio cual es el tono de voz que emplean entre ellos, cual es la manera de entablar una conversación. Quiero decir, siempre que los oigo hablar, están en un grupo muy grande y delante de chicas, y eso suele idiotizarlos mucho: cuando están en un grupo grande parece que sus hormonas compitan las unas con las otras, y todos se arrastran mutuamente en un vórtice de orgullo para defender y demostrar su masculinidad. Y cuando están con chicas, bien, entonces son genuinamente falsos.

Pero supongo que hablaran de algo más que de chicas o de motos, ¿verdad? Quiero decir, en algún momento tendrán conversaciones íntimas y privadas, sin la necesidad de demostrar nada. ¿Qué tono utilizaran entonces? Qué gestos y expresiones se consideran normales en una conversación entre chicos? No tengo ni idea, y probablemente nunca llegue a descubrirlo.

Cuando se juntan todos, siempre acaban hablando sobre los homosexuales. No hay una sola semana que no salga el tema de los de mi condición. Siempre. Parece que burlarse de ellos (nosotros), reafirma su propia sexualidad. Caminan hacia la ducha moviendo las caderas, se retan unos a otros de dejar caer el bote de champú al suelo. En las duchas, gritan con voz aguda y afeminada, imitando los chillidos de... de eso. Se lanzan pullas, hablan de homosexuales que conocen, se burlan de ellos, y las palabras que más se oyen en la habitación son «maricón» y «gay».

-        Rogelio, Rogelio, ¡tienes más pluma que el cojín que aprietas cuando te la meten! -grita Alejandro desde la otra punta del vestuario.

Se oye una sonora carcajada colectiva. Roger responde con una risa porcina y mocosa, me da asco. Todo esto me da asco. ¿No se dan cuenta de que se están burlando de personas, de seres humanos iguales a ellos, con aspiraciones, sueños y miedos, que piensan en algo más que en... eso? ¿No se dan cuenta de que tienen a uno de ellos delante suyo? Oh, no, claro que no. Bueno, eso espero.

Sin embargo, no todos se ríen. Algunos solo sonríen nerviosamente y claramente incómodos y luego vuelven a lo suyo. Adrian y Tristán se encuentran entre ellos.

Poco a poco, el vestuario se empieza a vaciar, y yo me desvisto alegremente, el estratagema ha vuelto a funcionar. Sólo quedan cuatro chicos en el vestuario, que pululan entre los bancos buscando chanclas y toallas.

Dejo el champú en el suelo y me acerco a la última ducha. El agua chisporrotea y regurgita durante un instante antes de que el chorro tibio corra por mi espalda. Apoyo la cabeza en la pared de azulejos blancos y suspiro, aliviado. Estoy solo, no me va a pasar absolutamente nada. El agua cae con estruendos y salpica en el suelo de cerámica, solo para escurrirse por un desagüe que hay a mi izquierda.

Noto movimiento detrás de mí, pero no me asusto. Solo estoy desconcertado, creía que todos se habían acabado de duchar.

-        Hola, putita. -oigo detrás de mí, y está demasiado cerca.

La valentíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora