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Draco estaba tan contento de llegar a casa que podía llorar. Sus pies le dolían, su cabeza le dolía y el desagradable olor a hospital lo impregnaba. Era mejor que oler a vómito, pero aun así no era bueno. Por desgracia, no era la primera vez que le vomitaban encima. Ni siquiera la quinta. Como enfermero, Draco no sólo tenía que lidiar con las ingeniosas, estereotipadas y agotadoras burlas de sus molestos amigos heteros, sino que además, era habitual que terminara su turno con salpicaduras de sangre, vómito e, incluso en ocasiones mierda, sobre él. Pero bueno, era un pequeño precio a pagar por salvar vidas, oh no, un momento, eso lo hacían los médicos.

No, Draco Malfoy era un enfermero de veintisiete años que ganaba 16.78 libras al mes, vivía en el más cutre apartamento en Londres y nunca había salvado la vida de nadie. Pero si necesitabas una inserción de catéter o que afeitaran tus huevos, era tu hombre.

—Uf, ducha, ducha, ducha—

A pesar de haberse duchado en el hospital, aún tenía ese persistente olor a desinfectante, junto con el del viciado, húmedo y contaminado aire, inevitablemente cuando tomas el metro en hora punta. Tomar una ducha, era lo primero que hacía al regresar del trabajo, era una parte estricta de su rutina, una rutina de la que rara vez se desviaba.

Dejó su mochila en la encimera de la cocina, si un rincón con un fogón y un microondas contaba como cocina, y se quitó la camisa de su uniforme mientras se dirigía a su dormitorio. Allí, se quitó el resto de su ropa y las metió en el cesto del baño. Girando el cabezal de la ducha, dio un paso bajo el agua, que lo quemaba y congelaba alternativamente, suspiró cuando inclinó la cabeza hacia atrás y se humedeció el cabello.

¡Qué día! ¡Qué mierda de día! Había comenzado muy bien, no demasiado cansado, con tiempo suficiente para preparar un café y un bagel de crema de queso, pero después, todo se fue a la mierda. Un niño ingresó con una muñeca rota tras caerse por las escaleras, trataba de animar al pequeño cuando se dio cuenta que estaba sentado de forma rígida. Una mirada rápida bajo su camiseta de Pokémon reveló una huella de bota grande, que sí recordaba bien, parecía de la misma talla que la que llevaba el padre. El chico había llorado como si su corazón se rompiese cuando los servicios sociales infantiles intervinieron.

En maternidad una “bruja loca” muy embarazada lo fastidió cada vez que pudo. Luego se las arregló para quedar como un tonto frente a uno de los médicos al chocar torpemente contra él, derramando su té. Lo del vómito fue... no importaba. Y lo peor de todo, "el viejo” de la 134Z se negó a que le sacara sangre con un “puf”, diciendo que tenía miedo de que le contagiara “alguna repugnante enfermedad”. La jefa de enfermeros le había dicho que no dejara que lo pusiera de mal humor, lo cual apreciaba, pero no lo hacía menos molesto.

Odiaba que algo en él anunciara que era gay. No era afeminado pero, tampoco podía pretender ser muy macho. ¿Y qué si había visto Orgullo y Prejuicio doce veces? Y eso lo molestaba. Le molestaba que lo vieran de esa forma, porque ese era precisamente el tipo de persona, por la que no se sentía atraído. Le gustaban los chicos rudos a pesar de que fueran un poco idiotas. Pero a los chicos musculosos les atraían otros chicos musculosos y... ¿Adivinen qué? Él no era musculoso, no al pareces para ellos.

Draco salió de la ducha y cogió una toalla. Distraídamente, mientras se secaba la cabeza, se miró en el espejo. Oh, por favor. Debería estar contento con cualquiera que pudiera conseguir. Ni siquiera sus más sensibles parejas quisieron seguir con él. Joder.

No, no era la representación de la belleza masculina, lo que lo hacía sentirse como un hipócrita al establecer sus estándares tan altos. Arrojó la toalla en el cesto, miró su reflejo con un suspiro, y luego soltó un bufido. Tenía el pelo pegado en mechones gruesos, oscurecidos por la humedad En seco, era de color rubio muy claro, y no parecía que fuera a tener entradas pronto. Gracias a Dios por el pequeño favor. Se consideraba muy simple. Ojos grandes y grises aburridos, nariz ligeramente grande pero en proporción y una sonrisa algo tímida que ocultaba unos dientes que podrían estar un poco más pequeños pero no era el caso.

Mi fantasma (fanfic harco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora