El tercer día de encierro ya estaba por terminar y aunque para Christopher el tiempo iba un poco lento, para los otros parecía ser una eternidad.
Las cosas no cambiaban.
Zabdiel y Richard seguían buscando al castaño, siempre con la intención de convencerlo a salir. Pero definitivamente, no lo lograrían. No hasta el vigésimo séptimo día de su ya tan obviada forma de deshacerse del estrés y crear algo que jamás habían visto de él.
Algo con lo que pudiese decir lo que sentía.
Canciones basadas en sentimientos de dolor y alegría.
Algo, con lo que pudiese liberarse y decir quien en realidad era él. Porque nadie verdaderamente lo conocía y aún así, quizá nadie lo entendería.
Sólo serían unas canciones más.
Joel le había dejado cartas debajo de la puerta durante esos dos días por la noche, y ya esperaba que la tercera llegara.
Parecía que estaba respetando demasiado su encierro y, realmente lo agradecía, a los cuatro chicos, porque cada uno tenía su forma de comunicarse con él y él siempre respondía de alguna manera.
Con sus mejores amigos con simples golpeteos de sus dedos sobre la puerta y alguno que otro tarareo, cuando ellos iban a recordarle que debía aprenderse la última canción que habían estado sacando.
Y ellos se iban felices, riendo.
Con Joel, tiraba de las hojitas cuando apenas estaban entrando, y el rizado le agradecía por ello. Por estar bien. Y finalmente se alejaba, dejándole un te quiero.
Por otro lado, Erick se sentaba afuera de su puerta a hablarle de ciertas cosas de su vida, apenas resúmenes cortos de cosas que le preocupaban, o que lo tenían molesto consigo mismo.
Le hablaba de un alguien con quien le gustaba estar, tan diferente a como pasaba el tiempo con su novia.
Y sí, bastante doloroso era, saber que aún después de Nadia existía alguien que estaba antes que él, y por la forma en como se expresaba de aquella persona y los suspiros que escapaban de sus labios sin que el chico siquiera lo notara, sabía que él estaba muy lejos de llegar a ser la mitad de eso para el ojiverde.
Sus manos entraban bajo la puerta y, delicadamente y aún con ganas de negarse, pero sintiendo la resistencia de su corazón a dejarlo preocupado por no responder a su intento de convencimiento, siempre terminaba acercando sus dedos y entrelazándolos con los del menor en actos tranquilos, y acariciaba lo que pudiera de aquellas delgadas manos con sus pulgares.
Erick siempre se iba con el corazón latiendo a mil, y una sonrisa que nadie podía causar en él, y que cuando el castaño lo hacía nadie podía hacerlo de su rostro borrar.
Notó la sombra del chico llegar ahí y se acercó a la puerta, sentándose y dejando su peso sobre ella.
—Hola cariño —saludó el ojiverde, sin importarle que al salir de aquella habitación Christopher le reclamara por llamarle tantas veces así, pero simplemente le salía del alma y creía, que por el simple hecho de hablarle lindo el chico aceptaría salir más pronto—. Hoy los chicos y yo salimos a comprar ropa para nuestro regreso. Todo fue rojo y azul, y es extraño, pero supongo que lo hemos hecho por tí, para que veas lo importante que eres para nosotros que incluso olvidamos que tenemos gustos propios, porque es mucho mejor verte sonreír que andar de verde o cualquier otro color por ahí.
Rió.
El ojiverde simplemente siguió contándole un poco del día que habían tenido. Sobre algunas fans que comenzaban a perseguirlos y lograron de alguna manera salvarse el trasero, y lo mucho que les había hecho falta para escucharlo reír y jugar juntos, o hacer bromas por todo lo que había ocurrido.
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27 DAYS AGO, álbum || Chriserick.
FanfictionAmo despertar sabiendo que estás ahí, justo a mi lado, pero odio que no puedo tocarte, porque somos algo así como "hermanos".