Craig Tucker veía con esos enormes ojos rojos como el muchacho rubio que lo atendía siempre en la cafetería hacia sus labores típicas, siempre que iba a ese lugar pedía un café simple y lo bebía a sorbos lentos mientras observaba cada uno de los movimientos del muchacho nervioso, sobre todo los movimientos de su mano.
Craig había nacido con un don que hasta donde sabia, era el único que lo poseía aunque en realidad esto era algo que agradecía, pues no le deseaba a nadie aquel mal. Desde que tenia memoria había convivido con una cantidad inagotable de hilos color rojo brillante que se extendían hasta el infinito o se acortaban hasta desaparecer en las manos de sus portadores, y es que sí, Craig Tucker habia nacido con el poder de observar los hilos rojos del destinos, los hilos que te unen a tu persona destinada, el amor de tu vida.
En aquel mundo donde Craig existía no era algo nuevo aquello del hilo rojo, era bien sabido por la sociedad que todas las personas nacían con un destinado y que eran unidos por un hilo rojo que se ataba en el meñique, el problema era que este hilo era para las personas comunes algo invisible, como el propio viento, algo que no se veía pero que si se podía sentir.
Para el infortunio de chico Tucker, también llamado el muchacho de las estrellas por que siempre parecía estar viéndolas, podía observar el movimientos de estos hilos incluso llegando a contemplar mas de una vez cuando dos almas se encontraban al fin. Cuando Craig era muy pequeño se preguntó el significado de tantos hilos a su alrededor, pero cuando en la escuela le explicaron el origen del amor y el significado de aquellos hilos que podía ver comprendió el gran poder del que había sido dotado, pero también de la gran maldición que significaba.
Porque Craig podía ver los hilos que conectaban a las personas, pero él no podía poseer esa conexión.
Es así como creció con un gran resentimiento por el destino pues lo había castigado con el poder de observar al amor actuar sin ser jamas parte de ello, tenia que crecer observando como cada persona que llegó a robarle algún interés encontraba el amor de su vida mientras él, desde el principio sabia que eso iba a ser así.
Porque el hilo rojo puede enredarse y estirarse pero jamas romperse.
Ahora habían pasado ya muchos años desde que había aceptado su destino de mierda y le alzaba el dedo medio al mundo y sus reglas de pacotilla, ahora con 16 años era una persona fría, solitaria y muy amargada, llegaba a tener unos cuantos amigos pero su interés por las personas no iban mas allá de un par de charlas y algunos juegos. Craig se convirtió en una persona aislada, así debían ser las cosas y así seria.
Hasta que llegó ahí.
Al chico de los ojos carmesís, esos ojos que le recordaban cada día su desdicha, se le dio un día por buscar algo dulce y vagó por su ciudad natal hasta llegar a la cafetería Tweak Coffeehause Bros. Al llegar un amable señor junto con su esposa lo saludaron y le dieron su orden, así fue como se sentó y comió de una magdalena acompañado por un café recomendado por el propio dueño. Por simple costumbre Craig miró las manos de la pareja encontrándose con lo típico, un grueso hilo dorado que los unía de extremo a extremo.
Y es que sí, los hilos del destino se caracterizaban por su color rojo oscuro y por su finidad, pero algo que la gente normal desconocía era que cuando una pareja se reconocía como su destinado el color se volvía brillante y se engrosaba, mostrando la fuerza de su unión, es por eso que a veces, existía casos donde dos destinados se podían encontrar juntos pero mientras no se reconocieran como el amor de sus vida aquel hilo seguiría con su color natural.
Craig observó la cafetería un tanto vacía, era normal pues casi que se encontraba en el extremo mas lejano de la ciudad, de cualquier modo continuó con su comida hasta terminarla, dejó un poco de propina y estaba dispuesto a irse del lugar para continuar con día.
Hasta que llegó él.
—¡Y-ya llegué!— Gritó un rubio entrando por la puerta completamente nervioso y alterado, se notaba que había llegado corriendo y por expresión de los dueños llegaba tarde.
Craig lo conocía, lo había visto mas de una vez por su escuela recordando que tenia dos clases con él pero realmente nunca le había prestado la mas mínima atención, no obstante su costumbre de observar las manos de la gente lo hizo verlo con detenimiento, observando algo que lo dejó completamente en blanco.
Él no poseía un hilo.
Se volvió a sentar, pensando por un buen rato las pocas veces que había visto esa cabellera desordenada y rubia, notando que cuando lo veía de reojo siempre se encontraban en el salón de clases o en la cafetería por lo que la cantidad de hilos en todas direcciones nunca le permitió detenerse y analizar al chico.
—Oye, ¿ya terminaste?— Se acercó el muchacho ahora con un delantal puesto sacando a Craig del trance, él solo pudo asentir pues las palabras no salían de su boca, mientras el muchacho tomaba los restos de su mesa nuevamente se quedó observando la mano del chico la cual a diferencia de sus padre u otra persona en el mundo, no tenia nada atado a él.
O mas bien, nadie.
De regreso a casa se sintió sumamente triste pues él al menos sabia que estaba condenado a la soledad y había aprendido a convivir con ello pero, ese chico seguramente crecería pensando que conocería a la persona indicada algún día, aunque eso jamas pasará.
—Disculpa, ¿tengo algo en la cara?—Como si de un deja vú se tratara, Tweek (del cual ahora sabia se llamaba) lo sacó nuevamente de su meditación pero en esta ocasión había logrado avergonzarlo con su pregunta.
—N-no lo siento, suelen decirme que mantengo en las estrellas—Se excusó Craig por lo que el rubio dio una leve risa y volvió a lo suyo aliviando a Craig.
Llevaba mas o menos tres meses yendo a esa cafetería como mínimo una vez por semana, en la escuela no paraba de buscar al chico con la mirada con el mayor disimulo para sus amigos, realmente había desarrollado una enorme curiosidad por la vida de Tweek y de su extraña anomalía.
Oh cruel destino.
Para poder continuar hay que dejar algo en claro del porqué la atención de Craig hacia el chico era algo tan profunda. durante todos sus años de vida había visto como existían personas que lamentablemente había perdido a su destinado y como prueba de ello el hilo que los unía se volvía blanco y se rompía. Era triste pero las personas que perdían a su ser amado, en algunos casos sin conocerlos podían sentir la perdida de esa persona. A quienes les pasaba esto era común que se suicidaran o en otros casos, encontraran a otras personas en su misma situación con quien llevar sus penas. Pero en el caso de Tweek no había rastro de algún lazo.
Al principio sospechó que el muchacho tendría su mismo poder pero lo descartó al preguntarle un dia a los señores Tweek de manera casual si su hijo usaba lentes de contacto por ese color entre azul verdoso y ámbar que tenían pero no, eran completamente reales.
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El hilo faltante|Soulmate Creek
FanfictionCraig Tucker ha nacido con un don extraordinario, el poder de ver los hilos rojos del destino pero a un costo, él no posee uno propio. Un día conoce a Tweek Tweak, un muchacho desafortunado quien no posee un hilo rojo llamando la atención de Craig...