El tiempo pasaba muy lento, sumido en mis pensamientos de media noche mientras los autos van y vienen afuera y mi reloj hace su tedioso ruido que no me dejaba dormir. Quise creer que era eso; pero el inmenso agujero que sentía en mi pecho y ese torbellino de culpa que me atacaba era casi tan espeluznante como ese monstruo que alguna vez creí que vivía debajo de mi cama.
Culpa... Culpa, ¿Por qué culpa?
Muy en lo profundo de mi mente sentía una necesidad, una necesidad de regresar a Emma a casa aunque, quizá por esa extraña culpa lo comencé a sentir como un deber. Había sido la última persona que habló con ella, todos quienes la vieron en la biblioteca horas antes me apuntaban a mí.
Yo estaba en el mostrador cuando con una tímida sonrisa me entregó los libros, diciendo que le fueron de mucha ayuda y me agradeció por ello. Incluso pidió prestados un par para terminar en casa.
El señor Mason la atendió y yo solo me quedé estupefacto a un lado. Sonriendo como un tonto ante ella como si fuésemos desconocidos y la acabase de conocer. Supe que me vi como un acosador cuando ella volvió a hablarme, mientras se colocaba su bufanda y veía su reloj; intentó formar una conversación al decir que llegaría a tarde a casa y su madre la castigaría por eso. Que había perdido mucho tiempo por hacer tarea a último momento.
Recuerdo que tartamudeé, como un bobo, y le conté sobre ese pequeño atajo que tomaba para regresar a casa, y no fue un consejo, sino algo que dije solo porque no quería quedarme como un tonto que solo sonríe y asiente a todo lo que dicen. Aunque hubiese sido mejor porque sé que me vi como un idiota cuando mi lengua se trabó y tardé más de lo que esperaba en decirlo.
Un atajo entre las viejas fábricas y el enorme lote baldío donde estaba la vieja escuela que se incendió en el 43 después de que le callera un rayo.
Ella sonrió complacida por aquello y de inmediato intenté decirle que la acompañaría si me esperaba veinte minutos más. Emma solo negó con su cabeza ante mis tartamudeos y dijo que correría a casa como siempre. Se despidió amablemente, tomó sus cosas y se fue.
¿Sería posible?
No pensaba muy claro. Cuando menos lo pensé ya estaba sobre mi bicicleta vagando por las calles después de haber salido a escondidas de casa aun con la pijama puesta.
Quizá hubiese sido mejor decir sobre el otro camino que Emma pudo tomar a casa, quizá hubiese sido mejor que yo no se lo mencionara a ella como una alternativa. Quizá el salir de madrugada a escondidas a buscarla con una ingenua esperanza tampoco.
Si bien, no sabía qué buscar, ¿al culpable? ¿el cuerpo de una chica? ¿Rastros de algo horroroso?
Mi estómago se revolvió, el aire frío me golpeó entrando por mis pulmones y por poco sentí que vomitaría sobre el manubrio de mi vieja bicicleta.
Había policías vigilando, casi en cada esquina buscando con sus linternas. Me miraron con algo de recelo pero intenté fingir que nada pasaba. Me detuve en la biblioteca como si pensara y segundos después tomé el camino que una vez fue mi atajo bajo la mirada agresiva de un par de policías; de día era mucho menos aterrador. Más de una luz parpadeaba en esas viejas fábricas y la mayoría de las ventanas de los pequeños edificios estaban mal tapadas con tablas de madera.
Recordé cuando mamá me prohibió caminar por ahí cuando era más pequeño.
Me detuve a observar mejor, a lo lejos había un grupo de chicos que bromeaban debajo de una lámpara parpadeante, muy ajenos a lo que pasaba; me notaron pero ni siquiera intentaron prestarme atención y lo agradecí.
El viento sopló con más fuerza y maldije por el estúpido abrigo que no llevé. Decidí que era absurdo buscar por mi cuenta y mejor sería regresar a casa. Pero algo me dijo que diera un último vistazo, y vi un pequeño callejón sin salida; eran tan típico para ser cierto.
Me acerqué con mi bicicleta con miedo, la luz no lo llenaba por completo. Me quedé ahí, ante la inmensa penumbra que parecía comerme. El viento sopló una vez más y el olor a basura y a animal muerto se impregnó en mi nariz; la tapé con una de mis manos y bajé la mirada al notar como algo llegó a mis pies.
La bufanda de franjas rojas y blancas estaba ahí.
ESTÁS LEYENDO
Porno
Mystery / Thriller»Puedes llorar, no me iré. Puedes gritar, no me iré« Emma Sumpter desaparece una tarde del otoño de mil novecientos noventa y uno. Y la única persona que puede ser de ayuda desaparece también, pero no de la misma manera. |Jude 2015|